Sangre caliente
El sueño médico de encontrar un sustituto eficaz de la sangre para evitar el riesgo de infecciones en las transfusiones ha dejado de ser una utopía. No se puede hablar de una sangre sintética, porque no hemos conseguido “fabricar” una sangre completa; pero sí uno de sus componentes, la hemoglobina, la proteína de los glóbulos rojos encargada de nutrir de oxígeno a las células y eliminar el dióxido de carbono, para después densintegrarse en el hígado, el bazo y la médula ósea. La última fase de ensayos, que se realiza en EEUU y en Suecia, ha demostrado la eficacia de esta hemoglobina sintética.
En el Instituto Karolinska de Estocolmo han logrado elaborar, a partir de glóbulos rojos de sangre de donantes, un polvo que puede almacenarse durante años sin que pierda sus propiedades. Esperan que en dos años esté en el mercado. El producto nutre de oxígeno el cuerpo como la sangre verdadera gracias a una mezcla de hemoglobina con una sustancia sintética, el glicol de polietileno. Se mezcla con un líquido en casos de emergencia y puede utilizarse de inmediato, sin tener que establecer primero su grupo sanguíneo. Hasta el momento, se ha utilizado en unos 30 pacientes con excelentes resultados: es bien tolerada, y no se han detectado efectos secundarios ni rechazo inmunológico alguno.
Pierre Lafolie, director médico del Hospital Karolinska, dice que, si todo concluye con éxito, “será un paso tan grande para la Humanidad como aterrizar en la Luna”. Pero hay dudas sobre los efectos que una cantidad mayor de glicol de polietileno pueden provocar en el organismo, y su volatilidad resulta un problema: el cuerpo metaboliza con mucha rapidez (48 horas) la hemoglobina sintética, y hay que recurrir a otros métodos para que el cuerpo genere más sangre, como administrar eritropoyetina. Pero son problemas menores en comparación con las ventajas: “Reemplaza de inmediato el volumen de sangre perdido por el paciente, y ayuda a transportar oxígeno en situaciones críticas, en las que hay que reaccionar rápidamente”, dice Lafollie.
Más lejos queda la posibilidad de que una sustancia sintética realice otra de las funciones de la sangre: la batalla contra las infecciones que emprenden los glóbulos blancos cada vez que nos atacan virus o bacterias.
Aunque las investigaciones permiten ser optimistas, los científicos reconocen que el camino acaba de empezar. “Ni siquiera somos capaces de copiar un glóbulo rojo, una célula sin secretos para los científicos que apenas guarda en su interior un puñado de hemoglobina y cuya vida media se limita a los 45 días”, reconoce Thomas Chang, de la Universidad canadiense de McGill.
Líquido mágico
Los primeros intentos para sustituir la sangre datan del siglo XVII, pero las investigaciones se aceleraron a partir de 1980, cuando la aparición del sida y el riesgo de contraer otras infecciones, como la hepatitis C, provocaron la alerta sanitaria mundial. De pronto, el líquido mágico dejaba de ser símbolo de vida y se convertía en el mensajero de la muerte. Las transfusiones, tanto en operaciones quirúrgicas como en personas que habían sufrido accidentes, pasaban a ser una práctica de riesgo, y la posibilidad de encontrar una sangre sintética se convertía en una solución definitiva para la seguridad de las transfusiones. De paso, los investigadores tenían la oportunidad de solucionar un problema endémico en prácticamente todo el mundo: la falta de reservas de sangre. “Sólo en España serían necesarios unos 500.000 donantes más para cubrir las necesidades”, según el presidente de la Federación Estatal de Donantes de Sangre, Martín Manceñido.

Patrocinado por Clinica de Cirugía estética





































Registro automático