Revolución Social
El olor a pólvora inundaba las calles, que mezcladas con el metálico de la sangre convertía todo en el escenario de una representación teatral. El pueblo, hambriento hasta la médula, habría antes atacado, sin miramientos alguno, la sede de los veteranos, llamada por todos como “Los inválidos”. En su interior pudieron recolectar gran cantidad de armas y pólvora tan útil en lo que tenían entre manos. Días antes su lucha contra los soldados armados fue con palos y piedras, más típico de la era prehistórica que de la que estaban viviendo. Esos ciudadanos hambrientos no lo sabían, pero estaban creado el inico de una nueva era.
La toma de Los Inválidos fue relativamente fácil. Sus guardias no parecían estar dispuestos a abrir fuego contra los parisinos. Con la nueva fortaleza que tenían enfrente no sería tan fácil como la anterior. Aunque protegida por 82 de esos inválidos, o veteranos no aptos para la guerra, tenían refuerzos de militares del ejército francés. Tras varios intentos por negociación, y algún que otro ataque y defensa, que costó la vida a cerca de cien personas, la plaza de la Bastilla se rindió, para evitar tal vez un baño de sangre aún mayor. La guardia fue apresada, y su alcaide asesinado de la peor de las formas.
La noticia rápidamente llegaría hasta Versalles, donde el Rey XVI fue consciente por de que toda una revolución se estaba gestando en las calles de París. Esa revolución, la francesa, daría comienzo a todos unos acontecimientos que marcarían el inicio del fin del absolutismo. Todas las constituciones de corte liberal que existen fundaron sus bases en la sangre derramada por ese pueblo.
Lejos del folclore popular podemos incluir esa leyenda acerca del grupo de mujeres que se acercaron a palacio, clamando alimentos para sus hijos. La malograda reina, decapitada años después, diría a sus cortesanos eso de “si tienen hambre, que coman pasteles”. Nunca se sabrá si esas palabras fueron pronunciadas o no por la monarca austríaca. Hoy, al igual que ocurriera antaño, hay desigualdad salarial, clases sociales llamadas a ser posible extinguidas.
¿Como nos callan? Pues, como en la antigua Roma, con Circo. Estamos más preocupados por la vida de esos pseudos famosos del montón de telecirco, o de algún trofeo que adorne las estanterías de los clubes de fútbol. En ambos casos, futbolistas y “famosos” se llevan un montante curioso, mientras tú te levantas a las cinco de la madrugada para cargar. Al menos lo haces “feliz” porque tu equipo se ha llevado la copa Continental de Jamones Pepito.
Con todo eso quizás os preguntaréis si estoy a favor de la violencia. La respuesta es clara: No. Hay otras formas de hacer revolución, tal como ya hizo Mahatma Gandhi con su célebre “No violencia”. Las urnas es otra forma de demostrar a los poderosos que el poder emana del pueblo, y no de ellos, tal como recoge nuestra querida, e ignorada, carta magna.
Por último, otra de las formas, que al menos yo conozco, para hacer revolución está en las artes. Películas, libros, música o artículos como éste, del que espero llegue y se sepa interpretar el mensaje que quiero dar.
Manuel López Hueso
Manuel López Hueso Escritor
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