Generalidades sobre la ansiedad
La ansiedad en cierto sentido es muy similar al miedo, y de hecho, comparte una serie de características comunes con otras emociones, como por ejemplo el enfado.
Las emociones surgen en un momento dado, son una reacción ante una situación específica, tienen una duración en el tiempo y se acompañan de respuestas fisiológicas. La ansiedad entonces es una reacción emocional que surge ante las situaciones de alarma, o situaciones ambiguas, o de resultado incierto, y nos prepara para actuar ante ellas. Esta reacción la sentimos generalmente como una experiencia desagradable con la que nos ponemos alerta frente a la posibilidad de un resultado negativo para nuestros intereses. Cuando anticipamos que algo puede ser negativo o salir mal, comenzamos a preocuparnos y ponernos nerviosos. A la vez estamos activando una serie de recursos personales y fisiológicos que nos preparan para afrontar dicha situación.
Sin embargo, en ocasiones, surgen falsas alarmas. Nos activamos sin saber muy bien la causa. A veces la ansiedad surge simplemente porque nos preocupa que otros se den cuenta de nuestro estado de nerviosismo, o porque nos preocupan las cosas que pensamos o sentimos cuando estamos nerviosos (normalmente, la posibilidad de perder el control), o porque le damos demasiada importancia a algunas respuestas fisiológicas (taquicardia, aumento en la frecuencia respiratoria, sudoración) que disparan la ansiedad.
Cuando estamos nerviosos tenemos más pensamientos negativos, que si bien son una manifestación de ansiedad, a su vez generan más ansiedad. Por ello se dice que la ansiedad es de carácter circular: cuando repasamos nuestras preocupaciones, nos activamos más; si nos preocupa tener ansiedad, esta aumentará.
El aprendizaje asociativo (asociar estímulos con una situación) juega un papel muy importante en los cuadros de ansiedad. Podemos vernos enfrentados a una situación que no es peligrosa ni amenazante, sin embargo, nos genera ansiedad. Podemos incluso recordar como en el pasado podíamos enfrentarla sin temor o incluso ni siquiera le prestábamos atención. En este caso es probable que podamos recordar que debió existir un primer momento en que la ansiedad apareció en dicha situación y desde allí esa situación se asoció a estados negativos (ansiedad).
El temor a la reacción de ansiedad lleva a algunas personas a evitar las situaciones ante las que ha surgido antes dicha reacción, lo cual evita que la ansiedad surja, sin embargo, esta evitación hace que aumente el temor y la inseguridad hacia las mismas, de manera que cuando no podamos evitarlas, surgirán reacciones de ansiedad más fuertes. Así se llegan a desarrollar las fobias.
Si queremos reducir la ansiedad ante determinada situación, es necesario exponerse a ella poco a poco (aproximaciones sucesivas), controlando cada vez un poco más el avance aunque el nerviosismo esté presente y alentándonos por cada pequeño éxito.
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