Los arquitectos y la evolución de su arte en el deleite visual
Los griegos fueron los primeros en emplear arquitectos en lugar de sacerdotes para el diseño de sus templos religiosos y desde entonces las tendencias serían diferentes. En el siglo V a.C., Ictino y Calícrates erigieron el Partenón, un solemne monumento cuyo aspecto se apartaba de la repetición de formas preestablecidas para convertirse en un llamativo muestrario de arte, refinamiento y buen gusto.
Sin embargo, no siempre ha sido así. Construcciones imponentes como las pirámides egipcias, las pagodas japonesas y otros templos erigidos por los sumerios, babilonios, asirios e hindúes eran meramente simbólicas, concebidas y orientadas en respuesta a creencias religiosas. Su profusa decoración externa se oponía a la ausencia manifiesta de espacio interno.
Esta activa participación de los primeros grandes arquitectos introdujo profundos cambios que los romanos aprovecharon plenamente. Fue el comienzo de una era que John Portman, otro profesional de nuestros días, ha precisado con elocuencia: "Los arquitectos de la antigüedad tendían a concebir sus construcciones como objetos estáticos, pero creo que la dinámica de la gente, su interacción con los espacios y el medio ambiente es más importante."
Esta noción fue la que hace más de 2.000 años movió a los pioneros Vitruvio y Frontino a diseñar los planos de los acueductos de la capital del Imperio Romano. Más tarde se sucedieron otras obras que combinaban forma y espacio con arquitectura e ingeniería. Basílicas, circos, foros, teatros y complejos termales no sólo distinguieron a otros arquitectos importantes como Severo, Rabirio, Celer y el griego Apolodoro de Damasco, sino también promovieron la construcción a gran escala de una forma que perdura hasta nuestros días: el domo o cúpula.
Durante la Roma cristiana la construcción de iglesias dio origen a majestuosos recintos abovedados con un gran espacio interior. Los domos también fueron característicos tanto de las mezquitas islámicas como de las iglesias del Imperio Bizantino, entre las que sobresale la Basílica de Santa Sofía, obra de Artemio de Tralles e Isidoro de Mileto.
Los arquitectos de fines de la Edad Media fueron consumados artífices del estilo gótico, representado por una fértil imaginación que otorgó suma preponderancia a la estructura por sobre la estética. Sus logros más asombrosos comprenden catedrales -como la de Estrasburgo o Notre Dame- e iglesias que comunican una idea de inmensidad, misterio y complejidad. En el ámbito civil la arquitectura gótica no produjo nada comparable con sus edificios eclesiásticos porque eran las exigencias de la catedral y no del palacio, ayuntamiento o vivienda las que le confirieron su forma y carácter. Sin embargo, la Casa Consistorial de Bruselas, diseñada por Henri van Pede, es un notable ejemplo del arte gótico civil.
Arquitectos Importantes de la Historia
El Renacimiento trajo consigo, particularmente en Italia, Francia y España, una plétora de arquitectos que portaban un nuevo concepto: la creación de imágenes de agradable estética, similares a las de las pinturas y esculturas. Esta tendencia sepultó el simbolismo predominante hasta entonces para dar lugar a la manipulación de las formas y el espacio interior centrada exclusivamente en el hombre.
Es así como alejándose definitivamente de la ampulosidad del estilo gótico, León Alberti concibió su arte en términos geométricos y proporciones numéricas, como las fachadas de la iglesia de Santa María Novella o del Palacio Rucellai en Florencia; su amigo Filippo Brunelleschi introdujo el arco de medio punto, las curvas atrevidas y el almohadillado de las fachadas que pueden apreciarse en sus obras, como el Palacio Pitti florentino.
Otros italianos como Donato Bramante, Miguel Ángel, Andrea Palladio y Giulio Romano fueron también arquitectos renacentistas que cultivaron el retorno, imitación y adaptación del estilo clásico romano con grandiosos detalles de ornamentación en la forma de capiteles, frisos, volutas y esculturas, elementos que a futuro habrían de identificar la opulencia del Barroco.
Desde la familia Churriguera, diseñadores de las torres de la Catedral de Salamanca y tantos otros monumentos en España, hasta Gianlorenzo Bernini, creador de las columnatas de la Plaza de San Pedro en Roma, la arquitectura barroca brilló durante los siglos XVII y XVIII. Había copiado las líneas del Renacimiento, pero a diferencia del estatismo de éste el Barroco era todo movimiento, vida, ampulosidad y gala desmesurada cercana a la ostentación. Fue precisamente en la época barroca en la que Inglaterra conoció a sus primeros arquitectos, gracias a las obras de Íñigo Jones que diseñó la Casa de Banquetes del Palacio Whitehall, y de Christopher Wren, que erigió entre otros la Catedral de San Pablo.
Arquitectos Contemporáneos
En el continente americano y en especial en Estados Unidos el estilo barroco, neogótico y neoclásico de los siglos XVIII y XIX tuvo excelentes figuras (Charles Bulfinch, James Renwick y Benjamin Latrobe, entre los arquitectos reconocidos) pero los requerimientos de una sociedad cada vez más industrializada, superpoblada y compleja fueron creando nuevas formas que plantearon grandes desafíos a los profesionales de entonces. En 1891 comenzó en St. Louis la construcción del primer rascacielos de 10 pisos para una firma comercial. Era la piedra fundamental de la arquitectura de nuestros días, surgida de la necesidad de aprovechar espacios y de emplear otros materiales más adecuados como el cemento, acero, aluminio, vidrio y hoy en día, los plásticos.
Mientras Le Corbusier (1888-1966) ha sido el principal impulsor de las líneas simples, funcionales y bien determinadas, puede atribuírsele a Frank Lloyd Wright (1869-1959) la creación del funcionalismo, el que adapta cada construcción al terreno, los requerimientos de los moradores y la función deseada.
Estas tendencias, que se complementan con el diseño actual de edificios inteligentes y ecológicos integrados a su medio ambiente, han echado por tierra las formas complejas, la ornamentación y los remates pulcramente estudiados. Hoy predomina el estilo basado en líneas simples y una vez más las construcciones son producto, como lo fueron en las épocas romanas, de una estrecha colaboración entre arquitectos e ingenieros. Ejemplos de magníficas obras de la actualidad son, entre muchas otras, la Ópera de Sidney (diseñada en los años '50 por el arquitecto danés Jørn Utzon), el Centro Pompidou (a cargo de Renzo Piano y Richard Rogers), el Museo Guggenheim de Bilbao (obra del estadounidense Frank Owen Gehry), las Torres Petronas de Kuala Lumpur (diseñadas por el arquitecto estadounidense de origen argentino César Pelli) y el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, obra del mexicano Ricardo Legorreta.
A diferencia de la arquitectura antigua, en la que el rol del profesional se asemejaba al de un meticuloso decorador solitario, celoso del detalle y la perfección, los arquitectos contemporáneos conciben sus diseños en un complejo marco de planificación social, inclusivo y consciente del entorno, lo cual no significa detrimento alguno para la estética. Al fin y al cabo, las formas podrán haberse simplificado, pero es innegable que la belleza aún sigue asomando en el tablero de dibujo.
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