Quienes somos: la identidad cultural y el “yo” real
La idea del “yo” es algo que siempre aceptamos como real pero que pocas veces investigamos a fondo. La mayoría de las personas no se preguntan si su identidad cultural, producto de su entorno, es realmente la verdad absoluta sobre quienes son.
¿Qué es la identidad? Si uno esta dispuesto a lanzar una sincera investigación interior, podrá comprobar por si mismo que su propia identidad no es una sola cosa, ni tampoco estable: está compuesta por muchos elementos aparentemente triviales que se encuentran en un constante proceso de cambio.
Si una identidad cambia con el tiempo, ¿qué es lo que queda cuando los cambios la hayan borrado entera? El cuerpo experimenta un proceso similar: ninguna de sus células sobrevive al ciclo de renovación total que se completa cada 7 años.
El “yo” que pensábamos que éramos cuando teníamos 7 años es muy diferente al “yo” que pensábamos que éramos a los 17. En ambos casos, creíamos que nuestra visión de la realidad era correcta y nos aferrábamos fuertemente a la identidad que nos entregaba nuestro entorno.
Quizás en algún momento de nuestra vida hemos experimentado la fragilidad de nuestra identidad, como por ejemplo cuando sufrimos cambios importantes en nuestro entorno que nos fuerzan a cambiar y adaptarnos a nuevas circunstancias.
Estas experiencias nos enseñan que el “yo” en quienes creemos no es tan real como pensábamos, pero lo normal es que volvamos a construir apresuradamente otra identidad que sirva para nuestra circunstancia presente y volvamos a creer en ella como la realidad absoluta de quienes somos.
La identidad depende de nuestro entorno y el acondicionamiento que recibimos a lo largo de nuestras vidas. Compara a un granjero en Kenya con un hombre de negocios en Wall Street. Ambas personas consideran que viven una vida “normal” y si por algún motivo tuvieran contacto considerarían al otro “extraño”.
Desde una perspectiva más universal, las dos personas ignoran su verdadera naturaleza al identificarse completamente con su entorno y no conectar con la esencia de su ser, independiente de factores externos. Si no consiguen pensar y analizar su situación por su propia cuenta, llegando así a sus propias conclusiones, no descubrirán su verdadera naturaleza más allá de sus papeles superficiales de “granjero” y “comerciante”.
La naturaleza arbitraria de la identidad cultural nos enseña que no es más que una reacción a nuestro entorno el estímulo que nos da. No es que no exista, es que no es la verdad absoluta sobre quienes somos. La identidad es algo que creamos, y el que la crea es el “yo” real. Esta verdad sobre quienes somos existe, y puede ser descubierta.
La verdad esta más cerca que tu mismo alcance; es lo que reconocemos cuando la identidad cultural se ve claramente como un simple aspecto de la totalidad de nuestro ser. El reconocimiento de esta verdad tiene el poder de transformar nuestra vida y nos pone en un camino para aprender de la vida y vivir cada vez más profundamente.

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