Erradicar el fracaso de nuestro vocabulario.
¿Qué podemos decir de la expresión “Sí a los fracasos”? Entran en consideración distintos aspectos o prismas desde el que se puede analizar la situación. Está la persona y su actitud, el acto y su resultado. En el primero hablaríamos de una persona fracasada, en lo segundo nos referiríamos a un fracaso. No obstante, quiero poner la atención a esto último, a un fracaso, por ejemplo, “el fracaso del proyecto” ¿Acaso el proyecto está vivo como para fracasar el solo? No, fracasar es cuestión de las personas y es el resultado del actuar de la persona. Por ello, no podemos desligar un acto malogrado de el sujeto. No existe, el fracaso del trabajo, sino el fracaso de la persona en desempeñarlo correctamente y acorde al mínimo de calidad exigido. Ésta es la diferencia de expresar correctamente “Una persona fracasa en realizar un proyecto” , en vez de, “Una persona realiza un proyecto que fracasa”
¿convierte un fracaso a uno en un fracasado?
Por un lado, podríamos pensar que una persona que fracasa -como decíamos en la expresión correcta- es una persona fracasada. Para dar una respuesta justa y adecuada debemos tener en cuenta la “amplitud” con la que lo valoramos. Si juzgamos desde ese suceso, o valoramos desde la persona. En caso en que tengamos en cuenta solo el proyecto; el resultado sería que estamos ante una persona fracasada respecto a esa hecho puntual. No obstante, si miramos desde la persona, entonces tendremos que valorar si esa actitud es “reiterativa” en el resto de sus obras o actos. Para ello, se necesitaría tener constancia de muchas proyectos suspendidos.. Hablamos de la “cantidad de veces”. Pero aún así, no quedando conforme, planteo otra cuestión. ¿La cantidad de veces es suficiente para calificar a una persona así? ¿Cuántas veces marcan el límite del sí y del no?
¿Podemos acaso conocer cada hecho de la vida de una persona cómo valorar su ranking de éxitos y fracasos? No. Medimos la actitud de la persona por no tener el ánimo ni la conducta adecuada para conseguir la eficiencia. Es decir, implica “intencionalidad”. No hace falta reconocimiento ya que uno no querría reconocer su resignación ante el éxito.
Fracaso, es esa palabra que nadie quiere oír y todo el mundo teme, no por la mala obra sino porque tienen implícito la mala imagen de una mala actitud de uno ante los retos. Nunca ésta puede ir acompañada del resistir, del aguantar, del enfrentar, del persistir, del luchar, del mejorar, y de todas aquellas cualidades que conllevan una actitud de mejorar uno, embellecer su situación y dibujar sus sueños. Porque entonces la victoria estaría clara aunque no fuera visible en el cuerpo de los objetivos de uno, pero sí, en el interior de uno. Si el proyecto es muy complejo, y la persona lo suspende rozando el aprobado, puede que para esa persona sea un éxito si antes no sabía ni escribir. Por tal, no siempre el éxito o el fracaso están ligados al resultado sino a la actitud y al impacto que tiene tal hecho en el enriquecimiento de uno.
Esta palabra se ha convertido en un termino muy despectivo para con uno mismo y para con los demás. Más dañino que beneficioso. No podemos negar que uno debe ser consciente de su logros y sus no logros, pero es mejor para ello usar una terminología que no amaine ese ánimo que uno tanto necesita, que no destroce el autoestima, ni nos disminuya las ilusiones y las ganas. Menos aún nos haga sentir excluidos socialmente que es lo que se tiende a hacer con los fracasados. ¿Porqué esa injusticia? Porque uno supone que esa persona así lo ha buscado por no luchar a mejor.
Por ello, discrepo del decir “sí, a los fracasos”. La palabra fracasar tiene por sinónimos; frustrarse, malograrse, estropearse, hundirse. Decir, “me encanta fracasar” es como decir, “me encanta frustrarme”. Considero que es mejor cambiarlo por la correcta expresión de “sí, a los errores”. Es una forma más sana de ser uno consciente de que no ha llegado a cumplir con los requisitos mínimos para aprobar en una situación.






































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