Ceguera Física y Espiritual
Un día sábado el Señor Jesucristo y sus discípulos caminaban por la ciudad de Jerusalén, cuando repentinamente los discípulos observaron a un hombre ciego de nacimiento que mendigaba en las inmediaciones del Templo. Al verlo, los discípulos formularon una pregunta cargada de prejuicio y con un tinte biológico-religioso, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? En otras palabras, los discípulos asociaron la triste condición de ese hombre ciego de nacimiento, con algún pecado especifico cometido por los padres (genético-religioso), o como castigo directo por algún pecado cometido por el feto/bebe durante su estancia en el vientre de su madre … (congénito-religioso). De hecho, los teólogos de esa época opinarían más tarde que este ciego había nacido "del todo en pecado" (cf. Juan 9:1-41).
El Maestro de los maestros respondió a la pregunta de los discípulos diciendo: no es que éste hombre pecó, o que pecaron sus padres, sino que este hombre nació ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él. Ahora los discípulos iban a observar una de las obras que el Padre le había encomendado a Jesús: el ciego de nacimiento iba a ver la luz verdadera, porque Jesús es la luz del mundo. Entonces Jesús escupió en tierra e hizo lodo con la saliva y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). El ciego se fue sin ver, se lavó y regresó viendo. A partir de ese momento, muchos de los vecinos y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el ciego que se sentaba a mendigar? Unos decían: él es; y otros: a él se parece. El decía: yo soy. Entonces la gente le preguntaba: ¿cómo te fueron abiertos tus ojos? y él respondía: aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: ve al Siloé, y lávate; y yo fui, y me lavé, y recibí la vista. Entonces le preguntaban: ¿dónde está el que te curó? y el decía: no lo sé.
Después de haberse realizado este extraordinario milagro, algunos pseudo defensores de la ley de Moisés y de los reglamentos, condujeron al ex no-vidente para que responda a algunas preguntas delante de los fariseos, ya que el milagro había sido realizado "violando" las sagradas horas del día de reposo e "infringiendo" impunemente la ley que prohibía "fabricar lodo en sábado. Al llegar. los fariseos le preguntaron cómo había recibido la vista. El hombre les dijo: Jesús me puso lodo sobre los ojos, y me envió para que me los lave en Siloe, y ahora veo. Entonces algunos de los fariseos decían: ese hombre (Jesús) no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: ¿qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: desde mi punto de vista, ahora puedo aseverar que Jesús es El Profeta de Dios.
Luego, algunos judíos que no creían que el hombre había sido ciego, ni que había recibido la vista, llamaron a los padres del que había recibido la vista, para interrogarles, diciendo:¿es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿cómo, pues, ve ahora? Ante esta incisiva pregunta los padres respondieron: sabemos que éste es nuestro hijo, y sabemos que nació ciego; pero cómo vea ahora, no lo sabemos; tampoco sabemos quién le abrió los ojos; edad tiene, pregúntenle a él; él hablará por sí mismo. Luego los contradictorios fariseos volvieron a llamar al hombre que había sido ciego para "esclarecerle" el milagro ocurrido, diciendo: da gloria a Dios, porque nosotros sabemos que ese hombre llamado Jesús es pecador. Entonces el hombre que había sido curado respondió: una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. Entonces los fariseos volvieron a preguntarle: ¿qué te hizo? ¿cómo te abrió los ojos? y el ex ciego les respondió: ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; ¿por qué lo queréis oír otra vez? (fariseos de duro corazón) ¿queréis también vosotros haceros sus discípulos? Entonces los fariseos le injuriaron, y dijeron: tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea. Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer. Entonces los furiosos fariseos le dijeron: tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? y lo expulsaron del templo.
Cuando Jesús supo que le habían expulsado, lo busco hasta encontrarlo, porque Jesús deseaba completar el milagro que había iniciado, y al hallarlo, le dijo: ¿crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: creo, Señor; y le adoró. Este hombre que había nacido ciego, no solamente vio la luz del sol y sus bellos colores, sino que también vio con sus ojos el rostro de Dios: Jesucristo.
Los doctos fariseos presuntuosamente habían asegurado que eran discípulos de Moisés, y no de Jesús. Además habían reconocido que sabían quién era Moisés, pero que no sabían quién era Jesús. Estos eruditos cuando leían las sagradas escrituras "veían" a Moisés, pero no veían a Jesús como el cumplimiento de cada historia, ceremonia, evento, o doctrina. Los fariseos conocían y reconocían a Abraham, Jacob, Moisés, David, Elías o Daniel, pero desconocían a Emanuel. Viendo, no veían. Por eso Jesús dijo: para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.
Y aun hasta el día de hoy, cuando se leen las Sagradas Escrituras y se ve todo, menos a Jesucristo, es porque se está leyendo con un velo puesto sobre los ojos, el cual solamente por Cristo es quitado (cf. 2 Corintios 3:14-16). Por eso Jesús les abrió el entendimiento a los discípulos para que comprendiesen todas las Escrituras: y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los Profetas y los Salmos, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían (cf. Lucas 24:27, 45). [1]
Jorge R. Talbot
www.biblicalresearchsociety.org
[1] Las Sagradas Escrituras fueron escritas para el Mesías. Nuestra misión es encontrarlo en cada página. Jorge R. Talbot, Lulu Editores, 2011.






































Registro automático