¿Te Importa lo que la Gente Piense?
Hay personas que demuestran una gran inseguridad. Nunca se sienten confiadas sin que antes otros les den su aprobación. Casi no emprenden nada por sí mismos. Requieren todo el tiempo saber el criterio de los demás. Son personas que difícilmente podrán ser felices. Porque los juicios de los demás son contradictorios.
Para avanzar en este mundo hace falta un mínimo de confianza en la propia persona. Por razones prácticas y de otra índole no podemos andar por ahí preguntando qué hacer. Nadie confía en alguien así. Nadie sigue a la gente insegura. Y por supuesto, la gente insegura ni siquiera se sigue a sí misma.
De esos hechos han surgido muchos consejos que van dirigidos a ayudar a que la gente puede ser feliz. Se les aconseja que hagan caso omiso a los criterios de los otros. Se les dice que se olviden de los intereses de otros. Se les indica que avancen por la vida con sus opiniones propias como únicos principios. Que hagan y deshagan a pesar de lo que piensen los demás. Que así podrán alcanzar el bienestar.
Pero con el tiempo haces un gran descubrimiento. Hallas una fuente de recursos valiosísimos para alcanzar el éxito. Aunque, contradictoriamente, esos recursos requieren estar pendientes a lo que piensan los demás.
Sí, así es. La inmensa mayoría de las personas relevantes y exitosas que conozco han logrado su triunfo manteniéndose al tanto de lo que piensan los demás. Los que triunfan en los negocios no paran de hacer encuestas. Todo el tiempo quieren saber qué es lo que la gente busca, qué aprueba y desaprueba, qué desean comprar. Y en consecuencia estos hombres exitosos de negocios cambian su parecer acerca de qué hacer.
Los líderes públicos, las personalidades descollantes de la historia, ¿de dónde sacaron su triunfo? Ni más ni menos, de la interpretación correcta y cuidadosa de los deseos y opiniones de los demás. Ellos no hicieron más que llevar a la práctica los deseos de las mayorías. Por eso se alzaron con la conquista del poder. Jamás dejaron de estar al tanto de la voz y el sentir de los demás. Y como si fueran poco, trataron de estar rodeados de buenos consejeros para seguir haciendo qué: escuchar la opinión de otros.
Por otro lado, el don de gentes, la capacidad de influir en los otros; he ahí una de las grandes capacidades. Sin ella no se va a ninguna parte. Y con ella se logra nadar en la prosperidad. Pero para influir en los demás hay que conocer cómo piensan, cuáles son sus intereses, qué quieren. De lo contrario es imposible llegar a sus mentes y a sus corazones. Es imposible avanzar por la vida ignorando lo que la gente quiere, lo que la gente opina. Hacerlo llevaría en menos de quince minutos al fracaso.
La cuestión está en otro lado. Es simplemente no cometer jamás el error de desoír a los demás. Pero tampoco el desliz de intentar quedar bien con todo el mundo. Alguien así es una pérdida humana. Es alguien que carece de carácter y que por cierto, se la pasa moviéndose en círculos.
Hay que tener ante todo un criterio propio. Hay que tener principios personales y confiar en ellos, seguirlos y no traicionarlos. Sería una locura andar por la vida esperando la aceptación de todo el mundo. Sería tan absurdo como innecesario.
Busca llenarte de buenas ideas y defender buenas causas. Todo lo demás vendrá por si solo. Confía en ti aun en el fracaso, levántate y hazte fuerte. Escucha lo que los otros tengan que decir cuando corresponda, toma en cuenta sus ideas. Pero luego, busca tu propio camino.
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Alejandro Capdevila





































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