Nadie Sigue sus Propias Reglas
El hombre ha dictado demasiadas leyes y reglas desde el famoso código de Hammurabi. Gran parte de las mismas han sido y siguen siendo injustas. Y todos en algún momento hemos sido víctimas de la aplicación de alguna arbitrariedad.
Pero todos dictamos leyes desde pequeños. Decimos lo que hay que hacer guiados por algún parecer. Por lo menos intentamos que esas reglas se apliquen solo a nosotros. Y en algunos casos, solo a los demás.
En ciertas sociedades o instituciones existe tal aparato legislativo que es imposible proceder. La burocracia destruye toda tentativa de crear y sentirse libres. Terminamos hastiados de tantas regulaciones inútiles. Y lo peor es que a veces ni los mismos que las imponen las quieren cumplir.
Quedan pocas opciones, o resignarse al sometimiento completo o romper las reglas. Pero caemos en un asunto algo complicado: romper las reglas.
Algunas personas, sobre todo jóvenes han planteado la posibilidad de no someterse a ningún mandato. Pasar por encima de cualquier ley, regla o regulación que provenga de otros. Pero, ¿es eso aconsejable? ¿Por lo menos es posible?
Ponte a pensar, vivir al margen de toda ley. A nadie se le ocurre, de hecho, nadie lo hace ni siquiera los más anárquicos. Claro, a no ser que prefieran vivir en la cárcel. Y conozco pocas personas así.
Cuando están en la prisión, no obstante; tienen que aceptar comer a determinados horarios y cumplir mal que bien lo establecido. Ni siquiera presos pueden hacer lo que ellos dicen que hay que hacer. Pero por qué. Es muy fácil: porque es imposible vivir fuera de toda regla. Cuando se intenta, la vida se convierte en una experiencia demencial. No se va ni se llega a ninguna parte.
Y no es que sea un mal inevitable con el cual tengamos que aprender a vivir. No, es que precisamente es lo que ha logrado el avance de la humanidad. Por eso hemos llegado hasta aquí, por comprender algunas reglas y seguirlas. No todas son inapropiadas, gran parte de ellas son lógicas, justas y muy necesarias. Solo hay que saber distinguirlas de las arbitrarias.
Un mundo sin reglas de ningún tipo sería caótico. La sociedad solo funciona si está organizada. Nada puede funcionar si cada uno hace lo que le venga en ganas. Sufriríamos al ver cómo pisotean las leyes que precisamente están concebidas para proteger nuestros derechos. Esos derechos que le asisten a la mayoría de las personas.
Aunque nadie debería verse obligado a seguir leyes que entiende no son justas o razonables. Lamentablemente el mundo no es perfecto y siempre encontramos algunas reglas con las que no estamos de acuerdo. Y esas reglas son las candidatas a no ser respetadas y, ojalá, a ser abolidas en algún momento.
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Alejandro Capdevila





































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