La más Incontenible Motivación Humana
Cada uno de nosotros puede experimentar eso que llamamos deseo. Muy probablemente sea el móvil para todo lo que hacemos. Es extremadamente forzoso hacer algo si no se tiene ganas. El deseo es la experiencia que más hemos vivido desde el mismo nacimiento.
Son muchos los motivos que energizan a una persona y la compelen a actuar. Los hay biológicos y espirituales. Pero unos son más fuertes que otros. Tiene que haber alguna motivación humana que supere a las demás en la fuerza con que dirige el comportamiento. Sería tal que si sabemos bien como usarla nos llevaría de forma imparable hacia el alcance de cualquier meta. Sería una fuente inagotable de inspiración y de logros. Vamos a descubrir cuál es.
Para llegar a la respuesta sigamos un procedimiento lógico. Vamos a investigar solamente aquellas motivaciones humanas que consideramos más fuertes. Y comparemos cada una de ellas con la necesidad humana más intensa que se nos pueda ocurrir. En mi caso se me ocurre la necesidad de conservar la vida. Con tal de proteger la existencia, la mayoría de las personas harían cosas increíbles. Basta que se sientan ante un peligro mortal.
Cuál será pues la necesidad más fuerte que puede llegar a sentir una persona.
Comencemos con el deseo de poder. Sabemos que es muy fuerte en algunos. Se pasan el tiempo buscando cómo escalar posiciones. Pero, ¿están dispuestos a morir a cambio de ocupar un puesto de liderazgo? Claro que no, sería paradójico, si mueren no habrán logrado aquello para lo que tanto quieren vivir. Y queda descartada la necesidad de poder como la más intensa.
La necesidad humana más intensa tal vez sea el deseo de ganar dinero. ¿Será? Mucha gente dedica horas y horas de su día por el éxito en los negocios. Desplazan todas las demás necesidades con tal de prosperar económicamente. Ciertas mujeres llegan a vender su cuerpo. Algunos llegan a matar con tal de conseguir dinero. ¿Pero estarían dispuestos a perder su propia vida? No lo creo. Ellos buscan el dinero para vivir mejor, incluso para vivir más tiempo. Nadie lo persigue para morir.
Probemos con el sexo. Sí, el deseo sexual llega a ser casi obsesivo en algunas personas. Persiguen el placer sexual a toda costa y, hablando de dinero; estarían dispuestos a gastarlo todo a cambio de los servicios sexuales de alguien. Pero obviamente no estarían dispuestos a perder la vida. En peligro de muerte no creo que les apetezca tener relaciones sexuales.
¿Pero qué tal el deseo de sobresalir y ser importantes? Tenemos aquí la motivación que algunos han llegado a decir que es la fundamental del ser humano. Pero nuevamente sale a relucir el problema de que por lo general si se busca sobresalir es para obtener algún privilegio. Se quiere ganar renombre porque vivir así parece más estimulante o porque se gana alguna ventaja. Pero no estaría nadie dispuesto a cambiar su vida por ninguna distinción. Realmente no valdría la pena.
Solo hay una motivación humana por la que mucha gente ha estado dispuesta a morir en masa. ¿Cuál? Sorpresivamente se trata de la lucha por la justicia, la lucha contra la ignominia. Se ha visto en la lucha contra el fascismo, en el combate contra las dictaduras.
Se trata de la lucha por mejorar un poco la vida de los demás. Se trata de la fuerte intención de contribuir en lago al bienestar de nuestra especie. Es la lucha por la libertad. Persiguiendo una causa justa, millones de personas no solo han arriesgado sus vidas sino que también las han ofrendado.
Nosotros por fortuna no tenemos que llegar a tanto. Pero podemos sacar buen partido de esa fuerte necesidad para alcanzar nuestras metas. Y también, claro, para ayudar a otros a alcanzar su felicidad.
No nos perdamos solo en el deseo de ganar dinero ni en ningún otro exclusivamente individual. Pongamos detrás de cada cosa importante que hacemos el deseo de ayudar a los demás. Pongamos el deseo de contribuir en algo al avance del hombre. Tratemos de contribuir a la felicidad de otras personas. Y veremos, agradablemente sorprendidos, cómo nuestra vida avanza imparable hacia el éxito.
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Alejandro Capdevila





































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