Coaching y creencias limitantes

Coaching es facilitar un aprendizaje o el logro de mejoras. No todo proceso de coaching requiere intervenir a nivel de las creencias, ya que hay aprendizajes que se consiguen haciendo lo mismo mejor [coaching o aprendizaje de lazo simple] y trabajando dentro del marco de creencias del coachee.

Un buen coach nunca interviene a un nivel de potencia mayor al mínimo necesario para atender el contrato que hizo con su cliente, así como un buen médico no realizaría una cirugía de alta complejidad para extraer una astilla clavada en el pulgar de su paciente.

Sin embargo hay situaciones de coaching que no pueden atenderse sin trabajar las creencias [coaching o aprendizaje de lazo doble] y en esos casos hablamos de coaching transformacional.

En Coaching con PNL, Joseph O’Connor y Andrea Lages expresan algunas ideas importantes sobre las creencias.

Las creencias son normas según las cuales vivimos. Estas normas pueden ser liberadoras y potenciadoras, pero también pueden ser obstáculos que hagan imposibles lograr nuestros objetivos o que nos lleven a pensar que no somos capaces de alcanzarlos.

No son teorías huecas, sino principios de acción, de modo que para saber qué es lo que cree una persona es suficiente mirar lo que hace, no lo que declara creer. Nuestras relaciones, nuestras capacidades y nuestras posibilidades se ven influenciadas por nuestra creencia al respecto.

Construimos las creencias basándonos en nuestras experiencias, luego actuamos como si fuesen la realidad. En cierto sentido son profecías que se autorrealizan. Si crees que eres una persona agradable actuarás como tal, abordarás a la gente abiertamente, te mostrarás sociable y disfrutarás con la compañía de otras personas. Éstas a su vez te acogerán con agrado y eso reforzará tu creencia. Solemos pensar que las creencias están formadas por la experiencias, pero lo contrario también es cierto.

Esto significa que puedes elegir tus creencias. Si los resultados que estás obteniendo y la manera en que estás experimentando la vida te satisfacen, sigue actuando como hasta ahora y mantén tus creencias. Pero si no te satisfacen, actúa de forma distinta y cambia tus creencias.

Las creencias pueden cambiar, sin embargo este es en sí  un desafío para muchas personas, porque ven las creencias como posesiones personales. Hablan de “tener” y “preservar” creencias, de “ganarlas” y de “perderlas”. Y, claro está, nadie quiere “perder” nada. Resulta mucho más productivo hablar de “abandonar” o “superar” creencias que de “perderlas”.

Hemos invertido personalmente en nuestras creencias y el mundo tiene sentido para nosotros cuando nos las confirma, es predictible y nos proporciona sensación de seguridad y certidumbre. Incluso puede suceder que nos recreemos en el desastre a condición de que lo hayamos predicho. “Ya te lo dije” es una frase que produce cierta satisfacción, no porque hayamos deseado que la cosa saliese mal, sino porque nuestras creencias quedan confirmadas.

Es interesante notar que las creencias son construcciones del lenguaje: la forma en la que estructuramos nuestro hablar es un reflejo de las creencias que sostenemos. Por lo tanto, cambiar la forma en la que hablamos es una estrategia efectiva para modificar nuestras creencias limitantes, y el lenguaje es un campo fértil para el diseño de nuestras creencias.