Talento individual o trabajo en equipo?
Uno de los desafíos más habituales que deben enfrentar los equipos y sus líderes es qué hacer con aquella persona que muestra un excelente desempeño individual pero que no se muestra interesado ni comprometido con el trabajo en equipo.
Encontramos muchos ejemplos de esto en cualquier actividad deportiva: sabemos de muchos equipos que luego de expulsar a una gran individualidad, que era generadora de grandes problemas interpersonales, logran mejorar y sostener su funcionamiento como equipo.
Para lograr un gran equipo, éste debe contar con grandes integrantes que favorezcan el trabajo en equipo. Esto, desde luego es más fácil decirlo que hacerlo…
Ciertamente es doloroso en el corto plazo, remover a aquellos miembros que son, a la vez, talentosos y disruptivos pero esto es mucho mejor para el bien del equipo en el largo plazo, que forzar la permanencia de estos individuos por el sólo hecho de que sean talentosos.
Es necesario desarrollar el coraje suficiente para tomar la decisión de apartar a un miembro que no favorece el buen funcionamiento de un grupo y para el líder la clave está en la comprensión del impacto oculto que puede tener en los demás miembros del equipo la continuidad de un integrante con comportamientos disruptivos.
La inacción o la falta de aplicación de alguna medida para este miembro del equipo, suele ser interpretada por los demás integrantes como una aprobación tácita de dichos comportamientos, y deja entrever como que “da lo mismo” estar comprometido o no estarlo.
Esto genera confusión respecto a los estándares en juego, se producen dobles mensajes y las rutinas defensivas terminan erosionando seriamente la efectividad del equipo en su conjunto. Con frecuencia, cuando el líder toma finalmente alguna medida o remueve al integrante disruptivo, el desempeño de los demás se incrementa casi de inmediato.
Los equipos funcionan mejor cuando existe una armonía y esta armonía surge como resultado de trabajar en profundidad y constantemente los asuntos conflictivos que aparezcan y tratando de que la gente exprese en forma honesta sus opiniones y sus preocupaciones, sin temor a que sus argumentos produzcan algún daño colateral.
Si los líderes no logran esta armonía, se terminan produciendo pseudo equipos incapaces de conversar sobre temas calientes, con los efectos nocivos que esto tiene en el resto de la organización y en los resultados.
Un buen líder, antes de apuntar sus cañones hacia quien muestra estos comportamientos perturbadores de buen funcionamiento, debe asegurarse de que la persona realmente no tiene la voluntad necesaria para jugar en equipo.
Pero el buen líder debe también hacer el esfuerzo de revertir la situación y simultáneamente poner un límite...

Andrés Ubierna www.andresubierna.com www.puertomanagers.com





































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