Cuando darse por vencido con tu pareja

Hay muchas maneras de saber por qué una persona hace buena pareja contigo:

• Porque siempre están de acuerdo
• Porque tienen gustos iguales
• Porque tienen gustos muy diferentes
• Porque nunca se pelan
• Porque siempre se están peleando
• Todas las anteriores
• Ninguna de las anteriores

A estas les puedes agregar muchas otras pero siempre será lo mismo: puede ser tu pareja por una razón y también por lo contrario.

Aunque parezca un chiste, la realidad es que, lo creas o no, es verdad.

Hay parejas que son muy felices porque les gustan las mismas cosas. El tiempo que pasan juntos es prácticamente mágico porque su visión compartida de las cosas las hace uno con ellos mismos y con el universo.

¿O no?

Pero también hay parejas que son muy felices porque no les gustan las mismas cosas. El tiempo que pasan juntos es prácticamente mágico porque sus diferencias complementan la experiencia, haciéndolos uno con ellos mismos y con el universo.

El palabrerío no importa; lo puedes ver en cualquier libro, poema, canción, película y muchas otras cosas más.

Ante esta situación, ¿cómo saber cuándo tirar la toalla?

No importa por qué te gustó tu pareja ni por qué todo parecía bien: hay un indicador que rara vez falla: la indiferencia.

Si te la pasabas peleando y ya dejaron de pelear, si estaban de acuerdo en todo y ahora ya no importa, es hora de ir pensando en recoger tus cosas y buscar donde irte.

Habiendo amor todo se puede arreglar, aún cuando parezca imposible, pero ante la indiferencia pocas cosas funcionan.

¿Está contenta? Una flor la derrite. ¿Está enojada? Una flor tal vez le baje un poco el berrinche.

Pero a una indiferente una flor, unos chocolates o cualquier otra cosa (con excepción tal vez de dinero o diamantes) te dará la misma respuesta: nada.

Todos terminamos juntos porque hay algo que nos apasiona de nuestra pareja, no importa que sea.

Pero, cuando la pasión se convierte en indiferencia, hay que aceptarlo y buscarla en otro lado.

Siempre será mejor para todos. ¿No crees?