La rigidez
Cuando mencionamos una característica personal, normalmente citamos a sus más allegadas.
Es decir, es difícil hablar de términos como el amor sin unirlo a la profunda compasión, la bondad y la ternura.
De igual manera es difícil desligar a la rigidez de sus cercanas compañeras la intolerancia, la inseguridad y la limitación.
¿Recuerdas? Tú, muy posiblemente disfrutaste de un tiempo lejano en el que sentirte especialmente vivo. La curiosidad, la confianza en ti y una franca y despreocupada alegría te mantenían constantemente despierto y en movimiento. Creías en ti, y no había nada que estuviera fuera de tus posibilidades.
Pero muy posiblemente, la familia, la educación recibida, tus padres y la sociedad te mostraron otra realidad en la que esos conceptos no tenían cabida. Ahí empezó tu rigidez, y con ella el descontento y la frustración.
Todas aquellas personas que han estado y están consideradas como genios, lo ha sido gracias a su osadía frente a lo desconocido. Se adentraron y descubrieron campos que otros no osaron pisar.
El recorrer siempre el mismo tramo, dejándonos llevar por la engañosa apariencia de seguridad, nos conduce a la pérdida de ilusión y trunca toda posibilidad de conocer y avanzar.
La rigidez necesita de un plan de vida gobernada por la falta de riesgos, de desafíos y aventura. Pero nada hay más inseguro y ciertamente inequívoco que tener que cumplir con una vida basada en tan sólo garantías externas…. Una buena vida, un buen coche, dos hijos y una elevada posición social.
La espontaneidad tal y como muchas veces la utilizamos es inconsciencia. Una persona exitosa, es aquella que se responsabiliza de su vida, camina en la dirección elegida bajo un plan previamente estudiado, sabiendo que la organización es imprescindible como manera de actuar, pero no como fin en sí misma.
Cuando hablamos de una espontaneidad bien entendida, hablamos de ese tipo de seguridad que nace de la confianza en nosotros mismos, en nuestras posibilidades y en la capacidad de solventar todo aquello que los demás tiñen de problema y tú de oportunidad.
Hace apenas unos días, comentaba con Aldo tras una práctica de Yoga, sobre la flexibilidad. Ambos recordábamos como en la medicina que conocemos en occidente como convencional, la vejez se mide por el grado de rigidez corpórea.
Sin duda, ésta es una de esas aportaciones en las que queda latente el paralelismo entre el binomio mente, cuerpo.
Atrévete y explora. Si eres de los que piensas que no hay nada por descubrir, nada por lo que valga la pena dejar atrás la seguridad de lo ya conocido, te invito a un simple ejercicio:
Piensa en tu infancia. Cierra tus ojos y recuerda la seguridad de tu hogar, inhala aquellas fragancias que puedan devolverte a ese lugar, escucha las voces más familiares, observa los rostros de aquellos que te rodean.
Hoy, es el primer día de tu nuevo colegio. Nuevos amigos, nuevos profesores, un edificio que no conoces, y al que se llega por un nuevo camino.
Tienes dos alternativas. La primera es quedarte es un rincón, lamentándote desconsolado por haber perdido un pilar conocido.
La segunda es adentrarte, explorar, aventurarte. Quizás sea peor este sitio, quizás acabe por sorprenderte, en todo caso será diferente y te permitirá seguir aprendiendo. ¿Reconoces esa situación? ¿Cómo te comportaste?
Si tuviste en aquel momento la suficiente seguridad interior, ninguna situación externa te pudo haber afectado más allá de las incomodidades propias iniciales.
Pero no te preocupes, sin lugar a dudas, la vida volverá a ofrecerte casi a diario la bella oportunidad de descubrir un poco más allá.
Procura, la próxima vez, no desaprovechar esa maravillosa oportunidad de estar un poco más vivo.

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