El inventor del futbolín
Una vida para llevar al cine
Cuántas tardes me habré pasado agarrada a los barrotes del Madrid, defendiendo a ultranza que en mi mesa sí se podían dar vueltas y vueltas a los jugadores (cosa que a los chicos les sacaba de sus casillas). Antes no había bar en el que faltara uno de éstos, ahora las tragaperras le han ganado el hueco. En todo caso, es un buen día para recordar a Alejandro Campos Ramírez, más conocido, por su tierra de origen: Alejandro Finisterre.
Alejandro nació en 1920 y siendo estudiante conoció a uno de sus más fieles amigos: el escritor León Felipe. Con 16 años a nuestro inventor le pilló uno de los muchos bombardeos que sufrió Madrid durante la guerra civil y quedó sepultado bajo un montón de escombros. Sufrió heridas muy graves y le trasladaron al hospital de la Colonia Puig de Montserrat, donde lo hospitalizaron junto a otros heridos y mutilados de guerra. El era un amante del fútbol y del tenis de mesa pero debido a las heridas no podía practicar ningún deporte. Atrapado en esa cama supongo que empezó a desarrollar la que se convertiría en su gran idea y la que le daría de comer por muchos años.
Lo que hizo fue fusionar ambos deportes y en un primer momento lo llamó : Futbol de mesa Empezó a recuperarse y con la ayuda de un carpintero Francisco Javier Altuna completó su invento, y lo patentó ya con el nombre de futbolín
Sin embargo la guerra avanzaba y tuvo que huir como muchos otros a Francia con su patente bien protegida bajo el brazo. Nada más llegar a París se enteró de que un compañero del hospital había patentado a su vez el mismo invento (el que no corre, vuela). Pero Alejandro era muy rápido y tenía carácter de manera que se plantó en la empresa Marée y reclamo sus derechos. Poco tiempo después emigró a Ecuador. Allí fundó una revista y el embajador de Guatemala le animó a exportar su invento y fabricarlo allí. Se cuenta que llegó a echar unas cuantas partidas con el mismísimo Ché Para Alejandro todo eran mieles y glorias, pero el placer duró poco puesto que debido a sus ideas de izquierdas fue metido a la fuerza en un avión de regreso a Madrid para entregarle a la represión franquista. Al parecer en mitad del vuelo, Alejandro amenazó con hacer estallar una bomba (no era más que un trozo de jabón) si no le llevaban rumbo a Panamá.
El piloto accedió y en este país se rencontró con su amigo de infancia León Felipe y se dedicó a escribir durante algunos años. Alejandro regresó a España y falleció en Zamora, mientras gestionaba la herencia del poeta León Felipe como albacea testamentario. Ahora, cada vez que juguéis una partida de futbolín os acordareis de su invento
Muy importante en las reglas del futbolin, no vale hacer ruleta (dar vueltas a los jugadores sin ton ni son como suelo hacer yo) y si un equipo o jugador deja a su rival con el marcador a cero, el perdedor deberá pasar por debajo del futbolín.

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