Ensarta tus perlas
Por hoy voy a hacer una excepción y voy a publicar en el apartado cine, ya que me sirve como excusa para comenzar a hablar de las perlas que encontramos en nuestra vida.
Esas perlas que aparecen en todo momento, y que rara vez ensartamos, perdiendo la gran oportunidad de disponer de un magnífico collar de perlas, no de colecciones de perlas autónomas que se nos pueden perder por el camino.
Si las ensartamos será mucho más dificil que las perdamos y cobrarán mucho más valor ya que unidas tendrán más belleza. Y pensé qué mejor que traer Vermeer para ilustrarlo y dejaroslo como broche clásico que poder regalar a vuestros amig@s.
Convertir un cuadro en una película es harto dificil, ya que si ya lo es adaptar cinematográficamente una obra literaria que tiene multitud de figuras metafóricas en las que basarse, un sencillo retrato del que se conoce bastante poco debe ser una gran obra maestra para poder servir como punto de partida para generar una trama argumental.
"La Jóven de la Perla" es un magnífico cuadro, conocido como sabéis como la Mona Lisa del Norte, o la muchacha del turbante, e independientemente de que el guión de la película según dícen los historiadores poco tiene que ver con la biografía del pintor, ya que según parece la modelo no era su sirvienta si no una de sus hijas, y el pintor, Johannes Vermeer, en realidad no pasó por grandes apuros económicos sino más bien todo lo contrario. Independientemente de la trama de la película, me voy a centrar en el cuadro y su eje principal, la gran perla que luce la jóven, una gran metáfora su identidad.
Evidentemente sólo muestra una gran perla brillante, ya que en realidad somos uno, o quizá dos si tenemos en cuenta a nuestra sombra. El segundo foco de atención son sus ojos, esa mirada diferente en cada ojo de la muchacha, recordándome en cierto modo paralelismos con la Mona Lisa en la que sus ojos cobran vida, pareciendo que nos mira cuando nos desviamos del punto desde el que observamos el cuadro.
Volviendo la la jóven de la perla, esa mirada en la que el ojo derecho nos muestra cierta tristeza y en cambio el izquierdo cierto miedo, emociones diferenciadas no provocadas por las mismas variables. El miedo vendría dado por la percepción de un peligro real o supuesto, presente o futuro; en cambio la tristeza es una emoción que surge como modo eficaz para adaptarnos al entorno y que es provocado por la falta de ánimo o motivación, en realidad es la ausencia de la alegría, no entendiéndolo con una connotación negativa.
Matices diferenciados nos desea mostrar el pintor en cada ojo. Sería destacable que el autor está pintando un retrato en principio sencillo de una bella jóven de la época, y a su vez está queriendo mostrarnos magistralmente su alma de un modo muy sutil, mostrando su parte interna y su parte social, cada una de ellas representada en cada uno de los ojos, impregnando matíces diferenciados en la expresión de cada uno de ellos concediendo mayores brillos, tamaño y expresividad para llegar a tal fin, cosa que consigue de un modo brillante, tanto como la perla que luce ella. La muchacha de la Perla, esa metáfora utilizada de un modo sublime por el autor para mostrarnos la esencia que percibe y que supo plasmar.
Por hoy sólo me queda desear que encontréis muchas perlas por el camino y que las hagáis brillar como hizo Vermeer, ensartándolas juntas para que tengan un valor mucho mayor.

MariCruz Gomar Domínguez :) http://cruzcoaching.blogspot.com/





































Registro automático