¿Debilidad o amabilidad?
Todos llegamos al mundo con una memoria ROM, de solo lectura, con la que nos tenemos que conformar toda la vida, porque está impresa en nuestro disco duro (los genes), la heredamos de nuestros antepasados y no se puede modificar, una vez que ya estamos formados en el vientre materno. Pero esto, que se ve tan definitivo, se equilibra, porque también contamos con la memoria RAM, que es la que se va llenando desde el mismo instante en que empezamos a vivir experiencias, que dependen del medio ambiente en el que nos desarrollemos.
Los humanos somos seres imitadores por naturaleza, por eso aprendemos a hablar, comer, jugar, estudiar, trabajar y a comportarnos de una manera específica ante distintas situaciones que se nos presentan. De las características de los modelos que tengamos más cerca para imitar, dependen las características que desarrollemos, en todas esas áreas. Por eso es imposible que en un hogar de habla inglesa, resulte un hijo hablando francés, si nadie le habla en ese idioma, o en un hogar donde se habla decentemente, resulte un hijo que hable de forma incorrecta, o en un hogar donde se acostumbre a mentir o delinquir, resulte un hijo sin estas costumbres. Los hijos, en sus primeros años de vida, son un espejo de sus padres o de las personas que conviven con ellos, de ahí la importancia de marcar a fuego esos primeros años con comportamientos útiles para el resto de sus vidas.
En los primeros años de existencia, el ser humano aprende comportamientos que reafirma o modifica, según la sociedad en que le toca vivir, y la fuerza con que estén prendidos dichos comportamientos a su personalidad. Si en su infancia no le enseñaron a dominar los impulsos violentos y por el contrario, fué incentivado, a hablar y a comportarse violentamente, y cuando empezó a relacionarse con personas distintas a la familia, encontró un campo propicio para desarrollar las habilidades violentas que había aprendido, para poder sobrevivir, seguramente esa persona creerá que esa es la única manera posible de actuar. Ese comportamiento lo transmitirá inconscientemente a sus hijos y éstos a su vez a los suyos, creando una cadena muy difícil, pero no imposible, de romper.
En manos de los que hoy se están despertando a la vida, está la posibilidad de romper esa cadena de violencia, de la que todos nos quejamos, pero no logramos disolver. No es cierto que el que mas grite es el que tiene la razón, para eso está la inteligencia, para decir palabras en voz baja, que, sin ser groseras, tengan un contenido tan amplio y contundente, que deje sin qué contestar al adversario. No se debe pensar que la persona que es amable, que dice las cosas en un tono agradable y educado, es débil. Mucho más débil es la persona que necesita gritar palabras soeces, para ser escuchado, porque seguramente no tiene nada que decir.
Para conseguir la paz tan anhelada, en una sociedad violenta, se debe comenzar por el principio, los primeros años de vida de los integrantes de la misma, y no solo de forma, sino de fondo, planificando un buen proyecto de vida, para que sea muy poco lo que se deje al azar, y se puedan controlar al máximo las situaciones en las que haya propensión a la violencia. La mejor manera de vacunarse contra la ella, es llevando una vida organizada, pensando en la prosperidad de la familia, sin egoísmos y con ideas claras de lo que se quiere lograr.
Este mensaje va dirigido a los jóvenes que todavía tienen muchas páginas en blanco por llenar y pueden mirar sus modelos de vida y analizar con inteligencia qué es lo que deben imitar y que es lo que deben descartar de sus vidas definitivamente, aunque sea una ley para sus progenitores. Si se siguen imitando conductas erradas, se seguirán teniendo los mismos problemas y los mismos sufrimientos. Llevar a cabo esta tarea es difícil, y muchas veces se eligen caminos equivocados, nos encandilamos por las luces de un camino fácil, rápido y siempre corto, que no nos hace felices, principal anhelo de todo ser humano.
También va dirigido a los que, viendo que no son felices, no saben cómo empezar a hacer funcionar la rueda de una buena vida. Se debe recordar que la vida es cambio, y nunca es tarde para empezar a modificar ciertas conductas que creemos destruyen a los demás pero irónicamente, se nos revierten autodestruyéndonos. Por eso, botemos flores, palabras agradables, buena energía y sentimientos amorosos sinceros, sobre todo lo que nos rodea y por todos los caminos que recorramos, para ser fuertes ante las adversidades, y pronto se verán los resultados de una existencia suave y llena de éxitos.
Por último, no se debe confundir la amabilidad con debilidad, que son dos cosas muy distintas, esa confusión provoca que una persona no pueda ser amable porque la "atropellan", y lamentablemente tiene que aprender a ser violenta para "no dejarse". Practiquemos, enseñemos y difundamos los buenos tratos y la amabilidad, para mejorar la convivencia y poner un granito de arena en el logro de un cambio sociocultural.
Silvia Atrio
Administrador de Empresas, Docente

Silvia Atrio





































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