La fiesta de Pascua
Éramos muy jóvenes y a veces muy niños. Tu, la niña mas bella de nuestra niñez, con los ojos color nubes del cielo despejado, es que tu nube era celeste, tus hermanos valientes para defender el honor de la hermana, seguían mis primos que envidiaban mis éxitos en los estudios y mi amigo que mas tarde en nuestra madurez traicionaría vilmente a su mejor amigo. Y como olvidarme de Javicho, con su cojera reciente que alegre participaba de nuestras correrías en las procesiones de los penitentes.
Tampoco olvidar al loco Carlos y al narish Monzón. Era divertido desaparecer de casa en la semana santa, para hacer nuestras correrías épicas por todas las procesiones, de paso yo muy enamorado de la bella aurora, con sus ojos celestes que sentada en el campanario de la iglesia, muchas de las veces me miraba. Yo detenía mi paso y miraba el cielo en sus ojos celestes. Javicho, con su voz ronca me llamaba y detenía mi contemplación. Y el narizón de Monzón se burlaba que me gustasen las niñas. Para ellos todavía no había nacido el amor, solo existía el juego por las calles de nuestro pueblo.
Todos reunidos en la casa de Sonia, nos alistábamos ya para la aventura del día.Empezaba con las velaciones del día lunes de dolores. En la misa contemplábamos la ceremonia de la misa, pero nos aburría en demasía los sermones. Escuchábamos los largos sermones de los curas; no entendíamos lo que decía y muchas de las veces ya dormitábamos en las bancas, pero al sentir el codazo de alguno de nuestros compañeros, nos despertábamos como desconcertados no sabiendo que había pasado.
Quería seguir mirando a la niña de mis sueños, pero el sopor que producía las largas latanias a veces me dormía, y alguna que otra vez mi pobre testa daba un sonoro golpe en el reclinatorio de la banca de la iglesia; avergonzado despertaba, pero la risa contenida de mis amigos me impedía gritar de dolor por la repentino suceso que despertaba de mis sueños.Salíamos corriendo apenas terminada la misa, para ir a la casa de los veladores y recibir las canastas con los dulces de nuestro pueblo. Escuchar las conversaciones de los adultos y poner nuestra carne como de gallina ante los misterios que acabásemos de conocer: La mujer que se convertía en mula por haber tenido un hijo con el cura; o de el llanto de la Coya de Atahualpa en el agua del Oro, para atraer a los incautos para que hagan compañía a su hermano Huáscar asesinado por su hermano.
Las apariciones de difuntos, eso si que nos helaba las venas, nos ponía los dientes a rechinar y juntándonos mas apreciábamos el calor de los amigos, pero mirábamos asustadamente a nuestro alrededor buscando algún aparecido que se presentase y nos hiciese volar apresuradamente a nuestras casa, para dormir al lado de mama o con la abuela para calmar nuestros nervios tan expresamente incitados.Seguía nuestra presencia y seguíamos escuchando a los viejos ancianos de nuestras comunidades que se reunían para rezar en un latín chamuscado con el runa simi o el cullie que eran los idiomas de nuestros paisajes geográficos en que vivíamos; después ellos echaban sus suerte en la hoja de coca para averiguar si le sonreía la suerte, pero a eso le llamaban cutipar. Se notaba su masticado de la hoja de coca que complementaban con la cal echa de mariscos y que según dicen es la mejor para poder hacer dulce el masticado de la hoja de coca. De ves en cuando echaban su anisado para no agriar el sabor y seguían con su checo echando la cal para que se arme. Mi abuelo me regalo uno de puro oro con punzón de plata cuando asistí a la ceremonia del chacu, que era para hacerme ya ciudadano de nuestras naciones y se escogió las mejores hojas para masticarlo, al principio no entendí para que, pero después en mis largas horas de estudio lo masticaba y en la mañana me levantaba como si no hubiera trasnochado.Terminando el rezo, se esperaba el caldo o cushal de la mañana para reponer las fuerzas de la mala noche. Todos recibíamos, sentados en el suelo para así poder degustar el caldo de la veladora y después regresábamos a casa como si hubiésemos realizado una hazaña que en la época de estudio nos contábamos en la hora de los recreos y de la cual cada uno se ufanaba de sus grandes proezas.
Túpac Isaac II
Juan Esteban Yupanqui Villalobos
http://juanestebanyupanqui.blogspot.com
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