Dejar una relación o ser dejado
Cuando una relación se acaba se nos viene el mundo encima. Todos hemos sufrido alguna vez por amor y por tanto sabéis de lo que estoy hablando. Sucede que tras un periodo más o menos largo de convivencia o de mantener una relación de noviazgo, la relación se acaba y no resulta fácil para ninguno de los dos miembros de la pareja. ¿Pero quién sufre más, el que deja o el que es dejado?.
A lo largo de mi experiencia como psicóloga he visto una amplia variedad de situaciones de separación, tanto de personas que han reunido las fuerzas suficientes para plantear a su pareja una separación, como de personas que han tenido que asumir que les dejaran sin que ellos quisieran llegar a ese extremo. Y aunque en ambos casos se pasa mal, la calidad de la angustia que sufren es diferente.
En líneas generales puedo decir que la persona que plantea la separación en firme cuando la otra persona no está de acuerdo, vive momentos difíciles durante el tiempo en el que está valorando esa posibilidad. Debe valorar si es más ventajoso a medio y largo plazo prescindir de su actual pareja aunque en un principio sea doloroso. Una vez ha decidido hacer un planteamiento sólido de ruptura, debe someterse a la presión que por la continuidad le va a hacer la otra persona y eso no resulta fácil porque puede ocurrir que el otro miembro de la pareja le someta a chantaje emocional, le dé otro punto de vista, llore o le haga valorar aspectos de la relación que no haya tenido en cuenta. Por tanto, si estás valorando plantear la finalización de una relación, ten en cuenta todo lo dicho y no digas nada categórico hasta no tener absolutamente claro que quieres acabar.
La persona que deja va a vivir una situación complicada antes de plantearlo y si es algo meditado probablemente lo viva mejor después de haberlo expuesto a su pareja y haber dejado la relación. El sentimiento de haber acabado con una relación que no le satisfacía hace que viva la vida con una libertad y sin la sensación de carga que tenía antes. Es habitual que sienta que puede haber hecho daño al otro o que puede estar equivocándose dado que la intención de abandono es solo suya. También puede suceder que pasado un tiempo tras la ruptura se pregunte si realmente hizo tomó la decisión correcta.
Quien es dejado, en cambio se ve en la obligación de asumir sin más la decisión del otro ya que nadie puede obligar a una persona a que esté con nosotros si ésta no quiere. Lo que sí que recomiendo en estos casos es que le preguntemos a nuestra pareja si está realmente segura de la decisión que está tomando. Si la respuesta es afirmativa solo nos queda darle el espacio que necesita y dejarle ir. Es algo que resulta francamente difícil de hacer pero si existe una sola posibilidad de que nuestra pareja vuelva, esa posibilidad pasa por dejarlo ir en el instante que él o ella lo desean. Si ponemos impedimentos y presionamos para que se queden solo conseguimos alejarlos de nosotros. Ya sé que es algo contraintuitivo pero hay veces que para tener cerca a una persona hay que dejarlo ir y para acabar con una relación hay que forzarla a que siga con nosotros.
Es en este sentido en el que recibimos consultas solicitando apoyo psicológico para la superación de una ruptura no deseada por el interesado. Las preguntas que se cuestionan como qué es lo que han hecho mal, si han tenido ellos mismos la culpa de haber sido abandonados o si finalmente la otra persona volverá suplicándoles perdón son de difícil respuesta.
Aunque no tengo suficientes datos en mi experiencia como psicóloga como para elaborar una estadística contrastada, sí que puedo mencionar que el hecho de volver o no, o que la otra persona vuelva o no, realmente no es tan importante como el que uno aproveche esa decepción para crecer como ser humano y se abra a otras posibilidades con otras personas o con uno mismo.
Cuando una relación se acaba, y aunque no seamos conscientes de ello en un primer momento, se abre ante nosotros otro mundo diferente de posibilidades al que debemos adaptarnos y del que seguro que sacaremos provecho dando paso, en la mayoría de los casos a una vida más plena y mejor sea solos o en compañía de otra persona mucho más adecuada para compartir esta nueva etapa de nuestra vida.

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