Reconstruyendo la imagen de Dios en nuestra vida
En Dios el hombre es nuevamente integrado.
La imagen de Dios en el hombre, ha sido distorsionada, corrompida y fragmentada. En palabras de Juan Calvino, ha sido “terriblemente deformada”. Esta imagen no ha sido del todo extinguida, destruida, sino mutilada. Como dice T. B. Maston, al hombre todavía “le queda lo suficiente de la imagen de Dios como para servirle de “antena del alma”, como conciencia de “un paraíso perdido” ”…la potencialidad para el compañerismo con Dios, que aún el hombre pecador retiene, explica convenientemente la eterna inquietud del hombre por lo eterno (las cursivas son mías)”.
Dice la Biblia que Dios “ha puesto eternidad en el corazón del hombre”, lo que hace que el hombre se oriente instintivamente a las realidades espirituales, a lo trascendente, a Dios mismo.
Sin embargo, el hombre aunque anhela a Dios, no sabe como encontrarle, por ello es necesario que Dios tome la iniciativa de salir a su encuentro. Eso fue lo que Dios hizo con la encarnación de sí mismo en la naturaleza humana, a través de Jesucristo, el unigénito hijo de Dios.
La imagen de Dios en el hombre solo se restaura cuando el hombre se abre a Dios, y se une a él a través de Cristo, quien “es la imagen del Dios invisible”, la imagen exacta de Dios. Cristo une e integra lo que ha sido separado. Ciertamente Cristo Jesús es la norma y la meta hacia la cual Dios conduce a sus hijos. El es el modelo que Dios usa para reconstruir su imagen en nosotros. “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Libro de Efesios- la Biblia).
¿Cómo ocurre esa reconstrucción? Dios en Cristo Jesús no es solo la norma o modelo que Dios usa para rehacernos, sino que Dios mismo en la persona del Espíritu Santo, es el poder que hace posible la reconstrucción espiritual. Dios mismo es tanto la norma para la vida espiritual como la provisión para alcanzar esa norma. El Espíritu Santo es la provisión de Dios para ser recreados a la imagen de Jesucristo. Dios nos ha provisto al Espíritu Santo para que actué como fuente de poder y vida en el proceso de rehacernos a semejanza de Cristo. “Por tanto nosotros todos mirando a cara descubierta como a un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (Libro de Corintios- La Biblia).
Este proceso es personal y requiere nuestra participación y colaboración, siendo flexible a la acción del Espíritu Santo y permaneciendo en comunión con él. Esto es vital, porque cuando Dios nos reconstruye a su semejanza, no se mantiene a distancia y nos envía un manual de construcción para que nos reconstruyamos a nosotros mismos. La provisión de Dios para transformarnos es muy personal: él se da a sí mismo a nosotros. El Espíritu Santo viene y realiza personalmente el milagro; pero necesita nuestra cooperación y obediencia. Debemos, pues, invertir tiempo en desarrollar una comunión intima y dinámica con el Espíritu Santo, para que el pueda hacer su obra.

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