LA GENTE QUE NECESITAMOS
La historia sucedió en algún pueblo pequeño de cualquier país latinoamericano. Presten atención. Una mañana un joven de aproximadamente veinte años va donde su padre con un periódico en la mano y le dice: “Papá, creo que tú yo reunimos las condiciones para el cargo a que se refiere este aviso” El caballero toma el diario y alcanza a leer que se solicita a alguien para desempeñar un cargo relacionado con la administración pública.
Sin terminar de leer el anuncio le dice a su hijo: “No creas en todo lo que se dice aquí, hijo”. Las costumbres van cambiando poco a poco con el paso del tiempo, pero siempre el pueblo sufre las consecuencias de quienes lo dirigen y lo dirigen mal.
Así ha sido siempre. En la aurora de nuestra república, cuando apenas terminaban de escoger los colores de la bandera y aún no teníamos himno nacional, era obligatorio que todos los funcionarios públicos reunieran tres condiciones básicas: pertenecer a cierta raza, contar con una fortuna cuantiosa y profesar determinado credo. ¿Y los que no pertenecían a esa raza y profesaban esa religión?, preguntó el muchacho. No tenían ninguna oportunidad, hijo.
En cuanto a lo de los recursos…bueno, entiendo que no me lo preguntaste por que es igual ahora. Pero bueno, sigamos. Más adelante se entendió que era necesario que los funcionarios tuvieran muchos años. En el concejo municipal de mi pueblo, por ejemplo, todos eran muy ancianos; todos tenían el cabello gris y caminaban con bastón. Sin embargo todos aceptaban que era necesario respetar la voz de la experiencia. Pero la experiencia parecía no bastar porque las cosas andaban muy mal.
Después se creyó que el asunto era con los jóvenes y el concejo se llenó de muchachos, enérgicos, entusiastas y llenos de intenciones. Pero pronto aprendieron las costumbres de los mayores y el pueblo anduvo peor que antes.
Llegó el tiempo de elegir a las mujeres y así se hizo. Llegaron damas muy inteligentes a la corporación, pero sus aportes no fueron suficientes porque el pueblo para esa época andaba bastante mal, a punto de irse a pique. Entonces alguien propuso elegir personas con título universitario. Llegaron entonces los llamados doctores. Ni te lo imaginas. En el concejo había más cartón que un tugurio. Y todo siguió igual. Yo creo que a este pueblo no lo salva nadie.
Yo creo que tenemos que escoger gente honrada y trabajadora, no importa que sean pobres o ricos; viejos o jóvenes; hombres o mujeres; estudiados o no.
En ese momento el muchacho lo interrumpió: “Padre, termina de leer el periódico”. Entonces el caballero tomó el periódico y leyó: “Se busca gente honrada aunque no tenga canas; trabajadora aunque sea mayor; inteligente aunque nadie lo conozca; interesados, encomendarse a Dios y atreverse a arreglar este pueblo”
POR: ALEJANDRO RUTTO MARTíNEZ
Alejandro Rutto Martínez es un prestigioso escritor y periodista ítalo-colombiano quien además ejerce la docencia en varias universidades. Es autor de cuatro libros sobre ética y liderazgo y figura en tres antologías de autores colombianos. Contáctelo al cel. 300 8055526 o al correo alejandrorutto@gmail.com. Lea sus escritos en MAICAO AL DÍA, página en la cual usted encontrará escritos, crónicas y piezas hermosas de la literatura colombiana.
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