Cómo superar una infidelidad (2ª parte). El dolor que no cesa.
Muchas personas, con frecuencia mujeres, sufren terriblemente por una antigua infidelidad de su pareja. Es un dolor agudo, interminable, que dura meses e incluso años después de dicha infidelidad, y que llena el corazón de estas personas de rabia, celos retrospectivos, inseguridad, desconfianza, resentimiento. Estos engañados/as quieren dejar de sufrir como sea, pero no pueden. Y se preguntan angustiados: "¿cómo lograrlo?".
La herida crónica de estos engañados/as reside claramente en su propio orgullo personal, en la autoestima, en lo más hondo del yo. Se trata de una herida infligida en la capa narcisista de la personalidad. Todos tenemos un estrato más o menos grande de ese narcisismo inconsciente; cuanto mayor es, más nos duele cualquier espina clavada en él. Ahora bien, ¿qué es el narcisismo?
El narcisismo es ese típico egocentrismo y egoísmo infantiles por el que los niños más pequeños dominan a veces exageradamente a los demás (comenzando por la madre), se aferran a lo suyo ("¡mío, mío, mío!"), pegan a otros niños, etc., y, cuando son reñidos o frustrados, escenifican grandes rabietas. Sólo más adelante, con el amor paciente de los padres, el niño descubre que, además de él mismo, las demás personas también necesitan respeto, comprensión y afecto, alcanzando así la fase amorosa. Pero ésta no borra la fase narcisista, sino que se superpone a ella como los anillos de crecimiento de un árbol, de modo que en cada persona el "grosor" de los respectivos anillos es diferente. Cuando predomina el anillo narcisista, la persona es especialmente egocéntrica y egoísta, con todas sus secuelas (vanidad, orgullo, exhibicionismo, dominio, rivalidad, celos, envidia, impaciencia, seducción, insensibilidad, frialdad emocional, etc.). Y siempre que se sienta frustrado o herido su dolor será particularmente agudo y rabioso: sufrirá el gran berrinche narcisista.
Volvemos así al tema de la infidelidad. El prolongado dolor del engañado constituye precisamente una gran pataleta infantil, proporcional al grado narcisista de su personalidad. El sujeto, más que abandonado, se siente ofendido, burlado, frustrado en su vanidad porque ejercía secretamente un dominio egocéntrico sobre su pareja, se creía "dueño" o "propietario" de ésta, la cual -ahora- se ha liberado inesperadamente y sin su "permiso" de él. Además, como el engañado siente a veces unos terribles deseos ocultos de infidelidad y, por otro lado, se cree "mejor" o "superior" al otro/a, no cesará de despreciarlo y agredirlo por envidia. La cual, para colmo, sopla continuamente al oído sin autoestima del ofendido: "Tú no vales lo suficiente, tu rival fue mejor, te quitó el poder, ojalá tú fueses como él, ojalá él estuviese muerto para que no te hiciera sombra". Y con todo esto el engañado odia y se atormenta sin descanso (y más aún cuando, por añadidura, sufre rasgos paranoides).
El despechado no "puede" perdonar -es decir, no quiere hacerlo-, porque necesita el odio para seguir sintiéndose importante y superior; para seguir conservando su ficticio "control" sobre las cosas. En realidad, éste fue siempre su afán básico -controlar a su pareja-, y su rencor inagotable es una prueba de que su amor nunca fue, después de todo, demasiado fuerte (los narcisistas no pueden amar, y en parte por eso mismo su pareja se alejó de ellos). Por eso, en fin, las mil súplicas y arrepentimientos del infiel, o incluso su definitivo regreso a casa, no consuelan, ni conmueven, ni apaciguan el rencor del narcisista ofendido (1).
¿Cómo curar esta herida? ¿Cómo salir de la trampa? Las personas más inmaduras nunca perdonarán, sino que elegirán el castigo, la venganza, la ruptura definitiva. Las más evolucionadas preferirán el amor recuperado (y la solución de los motivos que produjeron la infidelidad) a la humillación pasada, y alcanzarán pronto la paz. El problema se halla en las personas que sufren un dilema interior entre sus fuertes tendencias egocéntricas y sus igualmente fuertes disposiciones amorosas. ¿Qué hacer? ¿En qué dirección avanzar? En mi opinión, sólo en la medida que estas personas consigan elegir, resolver su dilema, ya sea tocando fondo en su dolor, ya sea mediante un crecimiento personal (a menudo con ayuda de una psicoterapia), podrán curar definitivamente su dolor.
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1. Esta actitud puede propiciar una nueva infidelidad, y así sucesivamente.
José Luis Cano Gil. Psicoterapeuta y Escritor. http://www.psicodinamicajlc.com
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