Visión Tántrica de la liberación
El hombre bajo el yugo de la religión
El Tantra ve como el hombre se afana y se desespera porque es el ser que conoce su finitud, su fugacidad, los peligros de vivir, el carácter trágico de su existencia. Miedo y ansiedad son la herencia de todos los pueblos. El desasosiego y la tribulación empujan y arrastran al hombre durante toda su existencia.
Como bien saben los existencialistas, en cada alma humana, sea o no advertido, hay un recóndito y latente elemento de desesperación. No existe ningún genio religioso, ningún sagaz observador de los abismos del alma humana, nadie que sea capaz de sentir las voces de su propio corazón, que no advierta esta realidad de la naturaleza y de la existencia humana.
En toda alma hay grietas y vacios; sabemos por ejemplo que somos más que polvo, pero que ineludiblemente hemos de convertirnos en polvo. Sabemos que pertenecemos a un orden más alto que el de nuestras necesidades y deseos animales, pero también sabemos que estamos sometidos a esa naturaleza inferior que, si no somos sagaces, nos arrastraría al abismo animal más profundo. Sabemos que justo somos una parte insignificante del mundo espiritual y místico, pero al mismo tiempo aspiramos a la totalidad, erigiéndonos en el centro del mundo y de todo.
Este es el hombre, y como el hombre es así, existen la religión y la ley. La ley y la religión es el gran esfuerzo del hombre para vencer su ansiedad, su desasosiego y su desesperación; es el gran intento de cubrir ese abismo en él mismo y acercarse a la inmortalidad, la espiritualidad, la perfección. Así es como bajo la ley y la religión el hombre se afana trabajosamente de pensamiento, palabra y de obra.
La ley, la religión, sus ministros y funcionarios, exigen que el hombre acepte ideas i dogmas, que crean y se entreguen a doctrinas y tradiciones, mediante la aceptación de las cuales se librará de la ansiedad, de la desesperación y del vacío.
Para mitigar la agitación del corazón nos rendimos a cualquier ley, dogma y creencia. Cuando, por falta de fuerzas, ya no podemos soportar el yugo y la carga delirante de la religión que hemos adoptado, la abandonamos agotados y desengañados por insoportable e irreal. Más tarde, asaltados por un vértigo y una angustia aun más profunda, adoptamos otra “religión” en forma de partido político, cuota de poder, deporte, acumular dinero, ciencia, adicciones al sexo, al juego, la droga, o lo que sea, qué más da. Si esto no nos acaba de satisfacer buscamos una ley, con su respectiva liturgia, aun más rigurosa que la que adoptamos en un principio e intentamos imponerla en todos los lugares y a todas las personas. Nos convertimos en integristas, fanáticos, intransigentes y en el guardián más celoso y sectario de cualquier cosa. Esto se repite una y otra vez durante nuestra vida, siempre buscando atenuar nuestra turbación y, porque no decirlo, nuestro miedo a la vida y a la muerte.
Cuando se dé que oigas la llamada del Tantrismo, olvida todas las doctrinas, deja de lado todas las creencias, abandona también tus certezas y dudas. Si alguna vez sigues el Tantra, omite toda la moral, olvida lo que has realizado y lo que no has alcanzado. No se te pide ninguna idea concreta del Absoluto, ninguna bondad especial, ni que seas más religioso, ni que seas más ilustrado ni más ético. Lo que se te pide es que te abras a aquello que se te ofrece i que desees aceptarlo de corazón: ese ser de amor, sabiduría, justicia y verdad que se manifiesta en esa vida plena y real que nos ofrece un yugo suave y una carga dulce y ligera.
El Tántrico es ese ser –conocedor y vigilante del adversario interno- entregado a la verdadera sabiduría y bondad, fundido en el verídico amor que hace de su vida un acto permanente de belleza y de justicia y que propaga, allí donde se encuentre, la paz y la conciliación.
Es una vida de compromiso y de búsqueda de la perfección y del éxtasis a través de la verdad última: Trimurti.
Nasser Hadi.
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