Colombia y Venezuela en crisis de relaciones
Una vez más las relaciones entre Colombia y Venezuela se encuentran en situación delicada. Verdaderamente delicada, habría que decir. Los antecedentes cercanos de las dificultades entre los gobiernos de Bogotá y Caracas nos llevan al caso de la corbeta Caldas, cuando llegó a hablarse, incluso, de «ruido de sables» en una clara alusión a que el incidente pudiera terminar en un conflicto bélico, lo cual, por fortuna, nunca ocurrió.
Posteriormente, ya con Uribe y Chávez como protagonistas, se presentaron los inconvenientes derivados de la captura del guerrillero Granda en Caracas, por parte de un comando que posteriormente lo entregaría a las autoridades colombianas en Cúcuta.
En esa ocasión la molestia del gobierno venezolano fue evidente y de los dichos se pasó a los hechos: durante algún tiempo el paso por las fronteras fue restringido no solo para las personas sino para las mercaderías que diariamente se venden a uno y otro lado de la frontera.
Los dos casos fueron resueltos gracias a la mediación internacional y la aplicación de los principios básicos de la diplomacia internacional.
Sin embargo hoy, estamos de nuevo ante un caso considerado por los expertos como de mayor gravedad que los anteriores.
El gobierno colombiano decidió suspender de manera abrupta la mediación del presidente Hugo Chávez y de la senadora Piedad Córdoba para el tema del intercambio humanitario ante lo cual el palacio de Miraflores respondió en primera instancia con moderación, aduciendo que se trataba de una «decisión soberana» de Colombia.
Sin embargo, con el transcurso de los días el disgusto del mandatario venezolano se hizo evidente y fue subiendo de tono hasta que el domingo alcanzó unos niveles insospechados cuando, en un acto público realizado en Maracaibo, utilizó términos fuertes para referirse a su homólogo colombiano.
En su intervención expresó su decisión de «meter en el congelador» las relaciones con Colombia, una expresión que no hace parte del léxico diplomático pero que puede entenderse como un enfriamiento en los asuntos bilaterales.
La respuesta del presidente Uribe no se hizo esperar: al inicio de una reunión efectuada en Calamar, ese mismo día, respondió de manera enérgica y, a su vez, acusó a Chávez de liderar un proyecto expansionista en el continente.
El gobierno colombiano desde entonces ha guardado prudente silencio mientras que el mandatario venezolano ha continuado sus referencias poco amistosas a su colega colombiano y llegó, incluso, a llamar a consultas a su embajador en Bogotá Pavel Rondón, un gesto que los entendidos catalogan como el preludio de una ruptura definitiva de relaciones diplomáticas.
En La Guajira todavía no se ha sentido la crisis en todo su rigor: el tráfico en la frontera continúa con la fluidez de siempre y los ciudadanos de uno y otro país viajan y hacen negocios aquí y allá como si nada hubiera pasado.
Sin embargo, el temor subyace en cada persona y siempre está presente la angustia de que en el momento menos pensado la frontera sea cerrada.
Si eso llegara a ocurrir las consecuencias serían verdaderamente graves para la economía regional: en primer término se sentiría la escasez de combustibles y posteriormente se verían afectados los pequeños negocios cuya subsistencia se basa en el comercio entre las dos naciones.
La historia reciente nos hace recordar que las épocas en que el ingreso del combustible venezolano es restringido, se viven días verdaderamente caóticos en la Guajira y aún en los departamentos del cesar y del Magdalena.
También se altera dramáticamente la situación de los pequeños comerciantes cuyas ventas dependen de compradores provenientes del otro lado de la frontera.
En este caso el perjuicio llegaría incluso a las grandes empresas colombianas y venezolanas cuyas exportaciones representan unos cinco mil millones de dólares al año.
Es una cifra bien importante compuesta por tres mil millones de dólares que los colombianos vendemos a los venezolanos y dos mil millones que ellos nos venden a nosotros.
Colombia y Venezuela se necesitan. La patria del Libertador es el segundo socio comercial de Colombia y una buena alternativa si el TLC con Estados Unidos no se firma en el mediano plazo.
Para el vecino país Colombia es un buen proveedor de alimentos de buena calidad y a precios justos y de esta manera, un socio ideal ‘para evitar un desabastecimiento de productos de primera necesidad.
Por lo anteriormente expuesto es de esperarse que la crisis pueda ser superada pronto.
Que el buen arte de la diplomacia sustituya los discursos encendidos de manera que los dos gobiernos recuperen mutuamente la confianza y actúen de manera fraternal, como les hemos enseñado los ciudadanos de la frontera, quienes seguimos adelante con la relación cordial de pueblos que históricamente han convivido de manera fraternal, armónica y feliz, buscando en el otro el complemente ideal para lograr su desarrollo.
POR: ALEJANDRO RUTTO MARTÍNEZ
Alejandro Rutto Martínez es un prestigioso escritor y periodista ítalo-colombiano quien además ejerce la docencia en varias universidades. Es autor de cuatro libros sobre ética y liderazgo y figura en tres antologías de autores colombianos. Contáctelo al cel. 300 8055526 o al correo alejandrorutto@gmail.com. Lea sus escritos en MAICAO AL DÍA, página en la cual usted encontrará escritos, crónicas y piezas hermosas de la literatura colombiana.

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