La Oración - 2/3
Jesús dijo: “Mas Tú, cuando ores, entra a tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto” (Mt. 6:6).
Esta instrucción es muy importante para la oración correcta. Es verdad que una oración puede surgir de un deseo sincero del corazón y ser dicha en la esquina de la calle más bulliciosa del centro de la ciudad. Pero Jesús deseaba que supiéramos la importancia de sacar unos momentos para poder apartarnos, estar solos en algún lugar y cerrar la puerta de la mente a todas las distracciones del mundo.
Es entonces que podemos aquietar nuestras mentes, cerrar la puerta de los pensamientos negativos y estar inmersos en el Espíritu.
“Tu Padre que ve en secreto te recompensará en público” (Mt. 6:6). Aquí declara claramente que la oración trae resultados cuando nos volvemos conscientes del Espíritu que mora en nosotros. Al hacerlo, recibimos la inspiración, guía, fortaleza y visión que son necesarias para moldear de nuevo nuestras vidas de acuerdo al plan del Padre.
“No uséis vanas repeticiones, como los gentiles” (M. 6:7). Jesús enseñó diligencia en la oración, que debemos orar bastante a menudo para efectuar un cambio en la conciencia.
El tiempo que Jesús paso en oración en el desierto, Su visita a Getsemaní para orar y su parábola del hombre a quien se otorgó una petición en la medianoche debido a su persistencia en pedir, todo indica el hecho de que Jesús sabía que Dios está listo y deseoso para dar, pero debemos continuar orando hasta el punto de estar listos y deseosos para recibir.
Sin embargo, no podemos solamente hablar palabras huecas, porque las palabras deben estar acompañadas por el sentimiento y respaldadas por la fe.
Es bueno repetir declaraciones, pero deben ser repetidas con concentración y, a medida que lo hacemos, debemos dirigir toda la fuerza de nuestros deseos al significado de las palabras habladas
Luego viene la maravillosa promesa que debe darnos la seguridad necesaria: “Vuestro Padre sabe de qué cosa tenéis necesidad, ante que vosotros la pidáis” (M. 6,8) Jesús hablaba de un gran principio de la Verdad aquí porque explicaba que nuestra oraciones no crean mayor bien, y no creemos más de Dios.
Además, no tratamos de cambiar Su mente. La verdadera naturaleza de Dios es todo lo que es bueno, porque Dios es, paz, amor, fortaleza, poder, substancia y compresión. Todo esto existe ya y está presente en todas partes. Por tanto, la contestación a toda necesidad ya es provista.-
Acaso preguntemos: “Si es verdad que todos nuestros deseos son provistos, ¿Porqué debemos orar?, Debemos orar porque es debido a nuestras oraciones que cambiamos nuestra conciencia.
Nos apartamos de lo negativo, de toda apariencia de carencia o necesidad. La verdadera oración levanta nuestra visión al nivel divino y nos capacita a visualizar cómo pueden ser las condiciones cuando estamos en perfecta armonía con Dios.(continuaremos)
Fuente Silent Unity
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