Coyoacán: encanto eterno
Caminar por la colonia Coyoacán de la capital mexicana, es evocar las historias de los siglos pasados en cada paseo. Las calles empedradas, las construcciones de cantera o piedra volcánica y los repentinos callejones por los que discurre la historia de una de las zonas más tradicionales de la ciudad son parte del encanto eterno de tan singular colonia.
Desde siempre ha prevalecido un ambiente cultural en sus cafés, bares, parques y edificios importantes. Su arquitectura es bellísima y se agradece a los frailes franciscanos, quienes habitaron la zona en el siglo XVI, el toque colonial que enmarca a Coyoacán.
Coyoacán es un vocablo náhuatl que significa: “el lugar de los coyotes”. En esta colonia se encuentra la que en otrora fuera la casa de Hernán Cortés, convirtiéndose en su primer morada. También la famosa “Casa Azul” que fuera el hogar de Frida Kahlo y Diego Rivera, la casa de león Trotsky, en fin, ejemplos como estos abundan en la colonia, situación que hace difícil que alguna agencia inmobiliaria pueda encontrar un espacio vendible o rentable en la zona.
Sus habitantes evitan a toda costa que se construyan edificios o casas nuevas que rompan con el estilo de la colonia o con sus lugares más tradicionales, como resulta con “El Jardín Hidalgo” o “la Plaza Centenario”, los cuales se encuentran frente al Templo y Ex-convento de San Juan Bautista, quizá, la principal joya del centro de Coyoacán.
Sin embargo, no sólo se respira cultura e historia en el aire que circula en Coyoacán, también existe un refugio para aquellos que gozan de los deportes, como sucede con los cientos de visitantes que acuden a los Viveros donde pueden realizar cualquier tipo de actividad mientras disfrutan del verdor que circunda ese “pedacito” de bosque donado por Miguel Ángel de Quevedo.
Los espacios de disfrute culinario también encuentran un lugar en esta formidable colonia, como resulta con los diversos restaurantes aledaños al centro o los diversos puestos que hay en el mercado, donde se puede deleitar el paladar con antojitos mexicanos, mariscos o el tradicional pozole michoacano. O bien, disfrutar del tradicional café “El Jarocho”, centro de múltiples reuniones.
Coyoacán guarda un eterno encanto, ya sea como visitante o afortunado habitante, nunca es posible cansarse de pasear por sus acogedores rincones, llenos de arte, historia, cultura, vida en expresión constante.
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