¿Es justo declarar una guerra antipalomas?
Estos animales están encantados de vivir entre los hombres, ya que les facilitamos una fuente constante de alimento (se contentan con cualquier cosa) y nuestras viviendas facilitan su nidificación.
Pero la felicidad no es mutua. Sí que es cierto que hay personas que disfrutan de la presencia de palomas, como los ancianos que se entretienen dando de comer a las palomas en los parques. O los que ingenuamente creen que un par de palomas en el edificio tienen cierta gracia ¡Cómo cambian las cosas cuando se dan cuenta de la rapidez con la que se multiplican!
El problema es que aunque quizá no todos defiendan la guerra antipalomas, la realidad es que hoy por hoy, las palomas no nos son necesarias, o al menos no en los números que hay en las ciudades.
Antaño, las palomas eran tratadas como reinas, ¿cómo iba a ser de otra manera, cuando proporcionaban un servicio muy necesario? De hecho, estas palomas que nos rodean no son otras que las descendientes de aquellas que se introdujeron en Europa a principios del siglo XVI, así que no podemos culpar a nadie de nuestra mala fortuna, ya que nosotros somos los responsables.
Es fácil declarar la guerra antipalomas, pero no cabe duda de que Noé se alegraría de ver aquella paloma con la rama de olivo en el pico, anunciando el retroceso de las aguas. Dudo que buscara la forma de deshacerse del pobre animal.
Los griegos en la Antigüedad también les tenían cierto cariño, y usaban las palomas como correo oficial de los Juegos Olímpicos, para comunicar los nombres de los ganadores.
Quizá los españoles, o cristianos por aquel entonces, desestimamos la importancia de éste animal, ya que es conocido el uso que los árabes hacían de las palomas en las cruzadas. Quién sabe, pero quizá la almohada tendría ahora otro nombre si hubiéramos prestado más atención a los carteros alados.
El ejército español definitivamente dio la espalda a estos incomprendidos animales en marzo de 2010, cuando decidió suspender el sistema de palomas mensajeras, ya que se encontraba en desuso y obsoleto.
Despojadas de su rango militar, por falta de interés para Defensa Nacional, ahora estas pobres palomas (cerca de 300 ejemplares) no son más que otro pajarraco, y para colmo de malas, uno que no despierta mucho interés o aprecio en el público.
Y sin embargo, que gran aprecio se tenía a las palomas durante la Guerra Civil. En 1937, más de un millar de personas y 200 guardias civiles se encontraban sitiados en el Santuario de la Virgen de la Cabeza en Jaén, y fueron capaces de aguantar 256 días de asedio gracias a una paloma que les hacía llegar mensajes sobre cómo conseguir alimentos.
Esta pobre paloma terminó sus días como un auténtico militar. Herida de bala, continuó hasta que entregó su mensaje, arrastrándose, y consecuentemente fue condecorada.
Antes de proclamar nuestro odio hacia estos animales, recordemos el papel que jugaron en la historia, quizá así podamos tenerles algo de aprecio.
escrito por Paula Raul
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