Rasputin
Esta es una historia de la vida real, pero cualquier parecido con personajes políticos de la actualidad es mera coincidencia. Sin embargo, esta pequeña biografía puede dejar interesante moraleja a los gobernantes de hoy.
Grigorij Efiemovic Novikh era un campesino siberiano, es decir, un extraño, casi un extranjero en San Petesburgo, a donde llegó en 1911 y era conocido como un "santo varón" en su región. El zar Nicolás II se lo trajo debido a su fama de clarividente, profeta y dominador del misterioso arte de la telepatía, con el fin de ensayar otra cura para su hijo hemofílico, el Prícipe Alexis. Con todo y su aspecto sucio, sus uñas renegridas, su alcoholismo innato y su obsenidad con las cortesanas, a quienes frecuentemente irrespetaba pellizcándoles las nalgas, Rasputín le cogió el tiro a la Corte Rusa, convenció a todo el mundo de sus dotes divinas, curó, parcialmente, al Príncipe y se convirtió en la persona más influyente de la realeza, al punto de ser consultado por el zar frecuentemente para casi todas las decisiones de estado. Tenía una personalidad que rayaba en la esquizofrenia, era imprevisible, errático y bien exéntrico. Mejor dicho, el consejero o asesor más peligroso para un Gobernante. Sus sentencias implacables y su mirada desquiciada reinaron hasta diciebre de 1916, año en el cual el Príncipe Yusupov (primo del zar), el Gran Duque Dimitri y el Congresista de extrema derecha Pourichkevich urdieron un ingenioso plan para matarlo. Como su debilidad eran las mujeres de la nobleza, Yusupov, en compañía de sus tres cómplices lo invitó a su casa en donde le presentaría su hermosa mujer. Allí le sirvieron varios manjares y bebidas envenenadas suficientemente como para matar un regimiento. Rasputín comía y bebía sin mostrar siquiera síntomas de indigestión, por lo cual Yusupov desesperó y decidió darle muerte a bala. Se dice que le dispararon varias veces e incluso alguien lo hirió en la cabeza con un hacha. Posteriormente, lo echaron al río Neva (¡no Neiva!), abriendo un hueco en el hielo de la superficie o lanzándolo desde un puente. Algunos dicen que horas más tarde cuando fue sacado de las aguas, su corazón aun latía. Otros afirman que sus pulmones estaban llenos de agua, es decir que luchó por salvarse. Había escrito una profecía sobre su muerte: " si soy asesinado por los nobles, sus manos quedarán manchadas por mi sangre y, durante veinticinco años, no podrán sacarse de la piel esta sangre. Ellos deberán abandonar Rusia. Los hermanos matarán a los hermanos; ellos se matarán entre sí. Y durante veinticinco años, no habrá nobles en el País. Zar de la tierra de Rusia, si tú oyes el tañido de las campanas, que te anuncian que Grigorij ha sido asesinado, debes saber esto: Si han sido tus parientes quienes han provocado mi muerte, entonces ninguno de tu familia, o sea ninguno de tus hijos o de tus parientes, quedará vivo durante más de dos años. Ellos serán asesinados por el pueblo ruso.." ¡La profecía, paradojicamente, se cumplió al pie de la letra! Y, muy seguramente, si al hombre no lo matan, él mismo se hubiera encargado de tumbar al gobierno y causar la ruina de la familia Romanov.
Carlos Mauricio Iriarte Barrios http://carlosmauricioiriarte.blogspot.com
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