Lara y Galán
Rodrigo Lara me presentó a Galán, precisamente, en el Barrio José Antonio Galán en Neiva, en una manifestación pública organizada por buenos líderes populares de la época como el Negro Pino, Marcelo Padilla y Eduardo "El Ronco" Alvarez. En esa oportunidad se congregaron, en una de sus calles polvorientas, más o menos quinientas personas ansiosas de escuchar a los dos caudillos. Yo acompañaba a mi padre, quien por la época era Diputado del Nuevo Liberalismo recién fundado. Como en todos esos actos, habló un mundo de gente, pero recuerdo con mucha admiración el discurso de Rodrigo, superior de lejos al de su nuevo Jefe. ¡Eran épocas hermosas de la política! La gente votaba con pasión, sin interés, por convicción. Los líderes no pedían plata y se sentían orgullosos de haber tenido al candidato en su propia casa. Los discursos se pronunciaban y se oían con el corazón. Las ideas enardecían los ánimos. Es decir todo era diferente. Luis Carlos Galán había fundado en Nuevo Liberalismo en el año 1979, pero siempre he pensado que ese movimiento fue un simple resguardo cachaco hasta la entrada de Rodrigo Lara. En ese momento el Nuevo Liberalismo tomó dimensiones realmente nacionales e inició una época muy fructífera para la historia colombiana. Galán fue un hombre sobrado. Su cultura era comparable a la de Carlos Lleras, guardadas las proporciones de la edad, entre otras razones porque leía con una velocidad envidiable y tenía una memoria parecida a la de Lara. Su oratoria era fluida, profunda, apasionada y recursiva. P ero también era un hombre frío, con poco sentido del humor y mesiánico. Creía, ciegamente, que el país saldría de sus problemas si lo elegía Presidente y nos tenía convencidos de eso a todos sus seguidores.
Uno de los periodos más duros para los galanistas del Huila fue aquel en el cual Rodrigo Lara, Ministro de Justicia de Belisario Betancourt, fue acusado de recibir dineros del narcotráfico. Todos recordamos, con tristeza y dolor, como Galán, pésimamente aconsejado, resolvió dejar en manos de un Tribunal de Garantías la decisión de respaldar o pedir la cabeza de su representante en el gobierno. Galán no fue leal con su más importante amigo político y uno de sus más cercanos amigos personales. Y Lara murió sin perdonárselo. Ocho días antes de su asesinato asistí a una reunión en su casa paterna, en la cual Rodrigo nos contó sus reflexiones sobre el futuro debate presidencial y nos confesó que estaba planeando viajar a Europa Oriental en calidad de embajador durante el tiempo suficiente para escribir un par de libros y para idear la plataforma política de un Movimiento Nacional de Centro Izquierda que él lideraría a su regreso. Si las elecciones fueran mañana, nos dijo, el ganador sin duda sería Barco, pero lo de Otto Morales Benítez, no es nada descartable. ¡La candidatura de Galán ni siquiera la consideró! Esa noche salimos a comer, con la plana mayor del movimiento, al Restaurante Las Vegas. Al preguntarle por Galán nos dijo que él lo había llamado al Ministerio de Justicia el día anterior pero que no le provocó pasarle al teléfono. Todos insistimos en que debía bajarle el tono a la pelea con el narcotráfico, pero él nos notificó que la guerra era hasta las últimas consecuencias. Rodrigo casi asertó en todo: su pelea fue hasta las últimas consecuencias, Galán retiró su candidatura y no llegó nunca a la Presidencia. Barco ganó esas elecciones. Lo que nunca pudimos fue votar por Lara para la Primera Magistratura. El hubiera sido el mejor Presidente de este siglo.
Carlos Mauricio Iriarte Barrios http://carlosmauricioiriarte.blogspot.com
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