6000 millones
Hace poco se publicó, por el Fondo de Población de las Naciones Unidas, el informe sobre el "estado de la población mundial 1999" que, entre otros medios, también tuvo difusión a través del Diario La República del Domingo antepasado. Me llamó la atención esa cifra casi demoniaca de seis mil millones de personas que hoy viven sobre este planeta. 6,000,000,000 de seres humanos que comen, beben, duermen, usan los servicios públicos, gastan, se reproducen, intercambian, se transportan y, en fin, luchan minuto a minuto con todas las adversidades diarias para subsistir los sesenta y seis años en promedio que durará su efímera existencia. Por supuesto, la mayor proporción del crecimiento de 78 millones de seres cada año lo sufre el tercer mundo, con todas las consecuencias que ello trae, contrario a lo que sucede en Europa, América del Norte y Japón en donde el crecimiento, vía aumento de tasa de natalidad, prácticamente se congeló. Son entonces los países más pobres los que deberán soportar la mayor parte de ese terrible embate de los humanos sobre los recursos naturales renovables y no renovables, la biodiversidad, los ecosistemas, el medio ambiente y todo lo que compone la enorme y única riqueza de esas naciones. Corolarios de este desmesurado crecimiento: "de los 4,800 millones de personas que habitan los países en vía de desarrollo, unos dos mil novecientos millones carecen de saneamiento básico, casi mil seiscientos millones carecen de acceso a agua no contaminada, mil doscientos millones carecen de vivienda adecuada, casi mil millones no tienen acceso a servicios de salud modernos y, en las regiones menos adelantadas, un quinto de los niños no llega al quinto grado de educación primaria o básica".
Pero si seis mil millones de seres humanos sobre este pequeñísimo planeta en el universo se nos hace muchísima gente ¡que podremos decir del hacinamiento en que vivirán nuestros bisnietos! Pronto, en el 2050 nada más, esta enorme cifra habrá crecido en un 50%: serán entonces los humanos, unos nueve mil millones, y así sucesivamente hasta sólo Dios sabe cuando. Ahora nos reproducimos mucho menos rápido que hace veinte años, razón por la cual tendremos un "dividendo demográfico" que debe redundar en un crecimiento del ahorro y las inversiones en los países pobres. Pero eso no será suficiente. Las democracias actuales deberán hacer un esfuerzo extraordinario para ampliar muchísimo más las coberturas de sus servicios de salud y educación, pilares fundamentales del desarrollo humano, cuestión esta que pasa por exitosas campañas anticorrupción y por el fortalecimiento de las políticas sociales de los Estados.
Sí. Si la población creciera como está proyectado para el próximo siglo, serán indispensables, cada vez más, unas clases dirigentes con más corazón y menos bolsillos, con más valores y menos intereses personales, con más voluntad de actuar en beneficio de los desprotegidos y menos compromisos con los poderosos. De no ser así, la humanidad, cada día más abundante y más pobre, llegará a un momento de intolerancia en el que sólo pensará hacer a las malas lo que sus gobiernos no quisieron remediar por las vías democráticas, institucionales y legales. En ese momento comenzaremos a "decrecer" vertiginosamente. Tanto que ya nunca más seremos los mismos de hoy.
Carlos Mauricio Iriarte Barrios http://carlosmauricioiriarte.blogspot.com
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