Gente de calidad para una sociedad de calidad
LA GENTE POBRE TAMBIÉN ES GENTE
“Dichosos los humildes porque recibirán la tierra como herencia” La humanidad siempre ha tenido en su seno gente pobre no hay nada que nos haga pensar en que esto va a cambiar en los próximos años, sobre todo en un sistema que, como lo denunció el escritor uruguayo Eduardo Galeano, adora las cosas y desprecia a las personas.
Que haya ricos y pobres es una condición con la que habremos de vivir por siempre mientras no exista una verdadera intención de introducir una normatividad verdaderamente solidaria, mediante la cual haya una efectiva redistribución de la riqueza y evite el descalabro al cual nos dirigimos en que cada vez habrá menos gente rica, pero mucho más rica y más gente pobre pero muchísimo más pobre.
El sociólogo brasilero Josué de Castro, hizo un crudo análisis sobre la pobreza y lo tituló “Geografía del hambre”. Entre otras cosas escribió que “…en el mundo las dos terceras partes de las personas no come. La otra tercera parte no duerme por temor a la rebelión de los que no comen”.
Bien sea por temor o por la intención de apaciguar los remordimientos impetuosos que se alojan en la conciencia de quienes aún no la tienen cauterizada, ha definido unos programas de asistencia social para ayudar a los pobres a hacer más llevadera la vida. Esos programas sociales tienen una concepción basada en la solidaridad humana y su finalidad es generosa. Tienen una finalidad que, de cumplirse, resolvería buena parte de los problemas de inconformidades y rebeldías amenazadoras del estado de paz y armoní con que todos soñamos.
Lamentablemente la filosofía con que los programas sociales son concebidos dista mucho del desdén y la negligencia característicos de su aplicación.
La gente pobre tiene derecho a ser atendida en la red de hospitales públicos. En teoría nadie debe morirse por falta de atención médica. Pero en la práctica las personas pobres son sometidos a largas e inhumanas colas que en algunos casos comienzan a las tres de la madrugada y terminan a las ocho, cuando un portero, pobre él también, pero entrenado por fuerza de las circunstancias para poner cara de duro, les dice, sin un asomo de piedad en su rostro: “se acabaron los fichos”.
Y no hay llanto que valga, ni reclamo, ni ruego. En las puertas que conducen a las salas de urgencias los pacientes penas para que los atiendan, “por el amor de Dios”.
Pero por amor al reglamento ( y el temor a que lo echen) el funcionario de turno le hace un gesto de negación. Y el ciudadano debe regresar a casas con el dolor a cuestas y la amargura metida en el alma. ¿Para qué sirven los programas de la gente pobre si no cumplen con su filosoía de ayudar a los necesitados? ¿Por qué a los pobres no se les trata como lo que son,ciudadanos de primera categoría, merecedores del respeto y la más absoluta consideración por parte de sus demás compatriortas? (casi todos tan pobres como él. ¿Cuándo se acabarán las colas en que la gente pobre se asolea o se somete al más intenso frío de la interminable madrugada para obtener un servicio del cual es merecedor? Pase lo que pase, estemos donde estemos, nadie debe olvidar esto: la gente pobre también es gente.
Alejandro Rutto Martínez es un prestigioso escritor y periodista ítalo-colombiano quien además ejerce la docencia en varias universidades. Es autor de cuatro libros sobre ética y liderazgo y figura en tres antologías de autores colombianos. Contáctelo al cel. 300 8055526 o al correo alejandrorutto@gmail.com. Lea sus escritos en MAICAO AL DÍA, página en la cual usted encontrará escritos, crónicas y piezas hermosas de la literatura colombiana.

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