Espiritualidad, misión y compromiso
La verdadera espiritualidad militante, es toda vida encarnada en los pobres y avalada por las buenas obras. Preocuparme por lograr pan y bienestar exclusivamente para mí, es materialismo; preocuparme por lograr pan y bienestar para los demás, es espiritualidad.
Mientras los cristianos nos limitemos a criticar desde "el banquillo", los logros siempre parciales de la sociedad moderna. Mientras practiquemos la mística de "ojos cerrados" ante el mal presente en la sociedad. Mientras estemos viviendo en un tiempo que no existe. Un pasado que añoramos. Un futuro imaginario que nunca llega... Aunque nos estemos contando muchas historias románticas con enormes sentimientos de solidaridad y justicia. Seguiremos siendo muy poco operativos en orden a la construcción real de una sociedad mas justa.
El resultado final es que el presente y la realidad queda abandonada a su suerte. La fe resulta irrelevante e infecunda. El impulso mesiánico del cristianismo se desvanece. Y los pobres de la tierra quedan sin el amparo histórico de Dios.
Porque no existe más que una sola historia. Y, no hay posibilidad ninguna de acceder a la Salvación, más que a través del esfuerzo humano por la liberación. La salvación de Dios, brota de la propia historia humana. Por eso, allí donde se avanza en cotas de justicia y de solidaridad; por eso allí donde se avanza en el diálogo, en las relaciones sindicales o políticas, en la concertación social, en la presencia y participación militante etc., allí se está construyendo el Reino de Dios.
Los cristianos laicos tenemos la obligación de saltar al terreno de juego de la vida pública, del compromiso apostólico y de la militancia cristiana y allí sumar esfuerzos, aportar soluciones en la construcción de la sociedad, viendo las posibilidades que ofrece para que esté en consonancia con el Plan de Dios y superando aquellas dificultades que lo impiden. Así lo recoge la constitución "Lumen gentium" y el decreto "Apostolicam actuositatem" del Vaticano Segundo:
La Iglesia ha recibido el encargo de sembrar en el corazón de cada hombre y de cada mujer la "utopía de la fraternidad de los Hijos de Dios".
Para que el Reino de Dios vaya siendo una realidad en nuestro mundo, la Iglesia no puede renunciar a que cada vez haya más y mejores militantes cristianos comprometidos con la justicia y la solidaridad.
Por esta razón el centro de la tarea evangelizadora de la Iglesia debe ser la creación de militantes cristianos, la principal tarea evangelizadora de las parroquias y de todas las organizaciones eclesiales debe ser la de hacer surgir - formar - orientar - sostener militantes cristianos que sean verdadero fermento evangelizador en sus ambientes y organizaciones del pueblo. La Iglesia tiene que pasar de la asistencia a la promoción y de la promoción al cambio de estructuras.
Por ello, la Iglesia tiene que evangelizar, pero la evangelización es tarea de todos y de todas, y cada uno y cada una, la realizamos por encargo de la Iglesia; encargo que recibimos en el Sacramento del Bautismo y de la Confirmación. La tarea evangelizadora no es tarea que incumba solo a los obispos y sacerdotes. Los seglares han de participar corresponsablemente en la misión de la Iglesia. Tenemos que promocionar en la Iglesia la corresponsabilidad de los seglares para superar el clericalismo que todavía persiste y lastra la vida de la Iglesia.






































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