La carta del jefe Seattle
Sé de muchos amigos de la radio, prensa, televisión y defensores de la Madre Naturaleza, a quienes les agradaría tener la famosa carta del jefe Seattle.
Recibí personalmente de Walter Periotto, Embajador de la LBV, durante su estadía en los Estados Unidos de América, ese artículo sobre el cual mucha gente ya escuchó hablar, pero que aún no tuve la oportunidad de darlo a conocer en su totalidad. Lo publiqué en el Jornal da LBV nº 35. Ahora, lo traigo para que todos meditemos:
"¿Quién es dueño del cielo, del brillo de las aguas?”
Traducción del texto considerado auténtico de la carta del jefe Seattle, que en 1855, respondió a la propuesta de los Estados Unidos de comprar la tierra de los indios. El mismo es de la UNEP, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
"¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, la tibieza del suelo? La idea no tiene sentido para nosotros.
"Si no poseemos la frescura del aire o el brillo del agua, ¿cómo podéis querer comprarlos?
"Cualquier parte de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cualquier hoja de pino, cualquier playa, la neblina de los bosques sombríos, el brillante y zumbador insecto, todo es sagrado en la memoria y en la experiencia de mi pueblo. La sabia que corre por el interior de los árboles lleva consigo las memorias del hombre piel roja."
Los muertos del hombre blanco se olvidan de la tierra donde nacieron cuando van a vagar por las estrellas. Nuestros muertos nunca se olvidan de esta tierra maravillosa, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas, los ciervos, loscaballos, el águila majestuosa, todos son nuestros hermanos. Los picos de las montañas rocosas, la fragancia de los bosques, la energía vital del poni y el hombre, todo pertenece a una sola familia.
"Así, cuando el Gran Jefe de Washington nos manda a decir que desea comprar nuestras tierras, está pidiendo mucho. Nos envía un mensaje diciendo que reservará un lugar donde podamos vivir con comodidad. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Si es así, vamos a tener en cuenta su propuesta sobre la compra de nuestra tierra. Pero dicha compra no será fácil, porque esta tierra es sagrada para nosotros.
"El agua límpida que corre por los arroyos y ríos, no es solamente agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendiéramos la tierra, tendréis que recordar que ella es sagrada y debéis recordar lo mismo a vuestros hijos, y que cualquier reflejo espectral sobre la superficie de los lagos, evoca acontecimientos y etapas de la vida de mi pueblo. El ruido de las aguas es la voz de nuestros ancestrales. Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed, transportan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si os vendemos nuestra tierra, debéis recordar y enseñar a vuestros niños que los ríos son nuestros hermanos, los vuestros también, y debéis desde ese instante dar a los ríos el mismo afecto que dais a un hermano.
Sabemos que el hombre blanco no entiende nuestra forma de ser. Para él un pedazo de tierra no se distingue de otro cualquiera, pues es un extraño que viene de noche y roba de la tierra todo lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga; después que la somete y la conquista, se marcha, en busca de otro lugar. Deja detrás de sí la sepultura de sus padres y no le importa. Secuestra los hijos de la tierra y no le interesa. Se olvida de la tumba de sus padres y de la herencia de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el cielo, como cosas que pueden ser compradas o robadas, como si fueran pieles de carnero o brillantes cuentas sin valor. Su apetito va a dejar la tierra exhausta, dejando detrás de sí sólo desiertos.
"A esto no lo comprendo. Nuestro modo de ser es completamente diferente del vuestro. La visión de vuestras ciudades hace mal a la vista del hombre piel roja. Tal vez sea porque el hombre piel roja es un salvaje y como tal nada puede entender.
"En las ciudades del hombre blanco no hay un solo lugar donde haya silencio, paz. Un solo lugar donde se pueda escuchar el murmullo de las hojas en la primavera, el zumbido de las alas de un insecto. Tal vez sea porque soy un salvaje y no pueda comprender.
"El ruido sirve sólo para ofender los oídos. ¿Y qué vida es ésa donde el hombre no puede escuchar el pío solitario de la lechuza o el croar de las ranas al borde de los charcos por la noche? El indio prefiere el suave susurrar del viento rizando la superficie de las aguas del lago, o la fragancia de la brisa purificada por la lluvia del mediodía o aromatizada por el perfume de las piñas.
"El aire es precioso para el hombre piel roja, pues de él todos se alimentan. Los animales, los árboles, el hombre, todos respiran el mismo aire. Al hombre blanco parece que no le importa el aire que respira. Como un cadáver en descomposición, es insensible al mal olor. Pero si os vendemos nuestra tierra, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, pues proyecta su espíritu en todas las cosas que viven de él. El aire que nuestros abuelos aspiraron al primer vagido fue el mismo que les recibió el último suspiro.
"Si os vendemos nuestra tierra, debéis conservarla exclusivamente como sagrada, como un lugar donde inclusive un hombre blanco pueda ir a aspirar la brisa aromatizada por las flores de los bosques.
"Sólo así tendremos en cuenta vuestra propuesta de comprar nuestra tierra. Si nos decidiéramos a aceptarla, será bajo una condición: el hombre blanco tendrá que tratar a los animales de esta tierra como si fueran sus hermanos.
"Soy un salvaje y no lo comprendo de otra manera. He visto millares de búfalos pudriéndose en las praderas, abandonados por el hombre blanco que les dispara desde un tren en movimiento. Soy un salvaje y no entiendo cómo el humeante caballo de hierro pueda ser más importante que el búfalo, que cazamos solamente para mantenernos vivos.
"¿Qué será del hombre sin los animales? Si todos los animales desaparecieran, el hombre moriría de soledad espiritual. Todo lo que les ocurra a los animales, puede afectar a los hombres. Todo está relacionado.
"Debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo donde pisan simboliza las cenizas de nuestros antepasados. Para que ellos respeten la tierra, enseñadles que es rica para la vida de los seres de todas las especies. Enseñadles lo que enseñamos a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Cuando el hombre escupe la tierra se está escupiendo a sí mismo.
"De una cosa estamos seguros: la tierra no pertenece al hombre blanco, es él quien pertenece a la tierra. De eso tenemos seguridad. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia. Todo está asociado.”
"Lo que hiere a la tierra, hiere también a sus hijos. El hombre no teje la tela de la vida; es antes uno de sus hilos. Lo que haga a esa tela, se hace a sí mismo.
"Inclusive el hombre blanco, a quien Dios acompaña, y con quien conversa como amigo, no puede escapar a ese destino común. Tal vez, a pesar de todo, somos todos hermanos. Ya lo veremos. Una cosa sabemos y que probablemente el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es su mismo Dios. Podéis pensar hoy que solamente vosotros lo tenéis, como deseáis tener la tierra, pero no podéis. Él es el Dios del hombre y su compasión es igual tanto para el hombre blanco como para el hombre piel roja. Esta tierra es querida por Él y ofender la tierra es insultar a su Creador. Los blancos también pasarán; tal vez antes que otras tribus. Contaminad vuestra cama y una noche os ahogaréis en medio de vuestros propios excrementos.
"Pero, para vuestra forma de pensar, resplandeceréis alto, iluminados por la fuerza del Dios que os trajo a esta tierra y por algún favor especial os otorgó dominio sobre ella y sobre el hombre piel roja. Este destino nos es un misterio, pues no entendemos cómo será el día en que el último búfalo fuere diezmado, los caballos salvajes domesticados, los secretos rincones de los bosques invadidos por el hedor del sudor de muchos hombres y la visión de las resplandecientes colinas bloqueadas por hilos hablantes. ¿Dónde está la selva? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. El fin del vivir y el comienzo del sobrevivir.”
¡Cuánta sabiduría y humanidad en un hombre considerado salvaje!...
Que ellas no fallen a los civilizados, cuando se enloquezcan por la ceguera del dominio, a cualquier precio, sobre sus semejantes.
La Madre Tierra tal vez no soporte sus travesuras del "elefante en un bazar”.
José de Paiva Netto Presidente de la Legión de la Buena Voluntad.
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