El epitafio: carta breve y postrera
Epitafios famosos
El epitafio, es una breve inscripción en las tumbas y puede ser escrito bien a voluntad del difunto o bien como un mensaje de despedida por parte de la familia y los amigos. En este último caso los hay tradicionales y sentidos como "Siempre vivirás en el corazón de quienes te conocimos"; sencillos como "recuerdo de tu esposa e hijos"; nostálgicos como: "No te decimos adiós porque tú continuarás viviendo en nuestros corazones"; o de adioses definitivos como: "fuiste un valiente hasta el último momento. Tus compañeros del circo siempre te recordaremos; y austeros como la mayoría de los que se encuentran en los cementerios: "Nació el 8 de noviembre de 1.931. Partió el 8 de noviembre del 2004".
A diferencia de los anteriores existen otros ricos en poesía, lenguaje irónico, metáforas e historias de vida resumidas en un diminuto texto cuya extensión no supera las tres o cuatro líneas. Otros más, tienen una buena dosis de humor para demostrar que el género humano continúa aferrado a la esperanza de vencer a la muerte y, de no lograrlo, por lo menos reservarse el derecho a burlarse de ella.
Uno de los más geniales es el de Groucho Marx, el conocido actor norteamericano de origen judío quien ordenó escribir en su última morada: «Disculpe que no me levante, señora».
Pero no solo los personajes se inspiran para escribir estas pequeñas obras de literatura fúnebre. En una tumba anónima, en algún desconocido cementerio del mundo se lee este epitafio dedicado a la memoria de un padre (o de una madre, el mensaje no nos ayuda a determinar) y a la tacañería de uno de sus hijos: «Con amor de todos tus hijos, menos Ricardo que no dio nada».
Y no falta la dedicatoria amable a la suegra. Bueno, lo de amable es un decir, pero al fin y al cabo es un recuerdo a estas abnegadas damas sobre las cuales se han dicho tantas cosas, la mayoría de ellas falsas y exageradas. Pues bien, algún yerno resentido quiso vengarse de las presuntas faltas de la abuela de sus hijos escribiendo esto: «Aquí yaces y yaces bien, tú descansas y yo también».
Tuvo que ser un despistado de primera el que confundiera la muerte con una ceremonia de grado, o con el más importante logro de su vida, para escribir algo como esto: «Necesité toda una vida para llegar hasta aquí».
No faltaron los que demuestran haberse arrepentido de sus pecados en el último minuto y quisieron dejar constancia del hecho. Es el caso del escritor español Miguel de Unamuno en cuya residencia última se lee: "Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo".
Moliere fue uno de los personajes de la historia más comprometidos con su profesión. Por lo menos eso es lo que nos permite deducir la leyenda en la lápida de su tumba: "Aquí yace Molière el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto".
En los tiempos en que murió William Shakespeare era común remover los huesos de los difuntos para liberar espacio. Como no era esa la suerte que deseaba para sus restos el genio de la literatura ordenó escribir el siguiente epitafio: "Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito el hombre que respete estas piedras, y maldito el que remueva mis huesos."
Alejandro Magno, el gran conquistador de vastos territorios debió ir inconforme a una tumba cuyo espacio era, por supuesto, menor a sus posesiones. Tal vez eso lo motivó a idear el texto que adornaría su tumba: "Una tumba es suficiente para quien el Universo no bastara."
Por: Alejandro Rutto Martínez
Alejandro Rutto Martínez es un prestigioso escritor y periodista ítalo-colombiano quien además ejerce la docencia en varias universidades. Es autor de cuatro libros sobre ética y liderazgo y figura en tres antologías de autores colombianos. Contáctelo al cel. 300 8055526 o al correo alejandrorutto@gmail.com. Lea sus escritos en MAICAO AL DÍA, página en la cual usted encontrará escritos, crónicas y piezas hermosas de la literatura colombiana.

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