La ciudad y la educación
Decíamos entonces que una de nuestras mayores falencias mentales es la visión cortoplacista. No nos gusta plantearnos el futuro y menos planearlo. Por culpa de esta equivocación, tenemos una educación lamentable en términos de calidad.Solo el 0.5 por ciento de los colegios públicos está en categoría muy superior, es decir, la Humboldt. No pensar y actuar en función del largo plazo es algo que ha influido tremendamente en nuestro rezago educativo.El profesor Antonio Martínez, rector del Experimental, con toda la autoridad que le permite hablar en esta ciudad, me decía, y esto lo incorporé en una reciente columna sobre este colegio privado, gratuito y popular, que sería distinta hoy nuestra educación si, desde hace cuarenta años, se hubiese adoptado con entusiasmo el modelo educativo que ha permitido el milagro de convertir al Experimental en el mejor colegio de la Región Caribe y en uno de los mejores de Colombia, no obstante sus angustias presupuestales y sus modestas locaciones y dotaciones.Con una educación de calidad seríamos una ciudad en la que habrían tenido menos posibilidad de brotar tantas cosas que nos avergüenzan, como la compra y venta del voto, una de las perversiones que más destruye la credibilidad de la política. Seríamos, por supuesto, una ciudad mejor preparada para el trabajo y tendríamos una clase media más densa, y una Barranquilla, por tanto, más incluyente.Sostienen algunos que el exitoso trabajo del Experimental no es replicable porque creen que a la institución solo accede una elite predestinada que logra sortear una serie de criterios exigentes. Hay que decirles que no son muchachos y muchachas de otro planeta, que provienen de nuestras barriadas pobres y que el secreto estriba en esto: cuando ingresan al Experimental logran una positiva metamorfosis al asumir la dedicación como un elemento clave de la excelencia. Tras una ardua adaptación, aceptan que intensidad horaria y exigencia académica son las varitas mágicas para alcanzar un alto rendimiento académico.Por supuesto, y lo admito, no sería fácil replicar el modelo. Porque intervienen varios factores: la voluntad política, que no la ha habido -las secretarías de Educación han sido nidos de concursos docentes con fines politiqueros y lucrativos-; la formación y la mística de los maestros, deficientes en nuestro medio; las escalas salariales, nada atractivas, y la infraestructura, que la actual Administración Distrital está mejorando con una inversión de unos 84 mil millones de pesos.No comparto que me digan que no se puede: reconozcamos más bien que ha faltado visión y compromiso. Reconozcamos que nunca hemos asumido la educación como una actividad central de nuestro desarrollo y nuestro progreso, que exige una mezcla de disciplina y trabajo y condiciones materiales adecuadas. Este largo abandono a una de las funciones fundamentales del sector público es lo que explica la mala calidad de la educación. Nuestra juventud es talentosa, pero sus capacidades solo podrán potenciarse si al sistema educativo lo anima la excelencia.El desafío es claro. Lo plantea Juan D. Barón, del Centro de Estudios Económicos Regionales, CEER, del Banrepública, en un valioso trabajo titulado 'La brecha de rendimiento académico de Barranquilla': "En cualquier caso, solo a través de la inversión en mejores colegios, mejores profesores y recursos disponibles para los estudiantes barranquilleros se podrá crear un círculo virtuoso en el que la mayor educación de los estudiantes de hoy, que son los padres del mañana, repercuta en las brechas educativas de la ciudad en el futuro".
Tomado de: Horacio Brieva
Comp. Javier Mejía T. www.exagonobibliotecario.blogspot.com
Registro automático