De las armas de destrucción civil en Gaddafi
Lo que acaba de ocurrir en el exterior, a partir de los hechos desatados con Túnez, tiene que ser aleccionador. Si no aprendemos de esta, quiero decir, si no logramos ver la farsa que se mueve en el fondo del llamado “concierto internacional”, es porque estamos jodidos, redondeadamente jodidos de la mollera.
Todo empieza en el norte de África. Arranca en Túnez con una revuelta. Se contagia Egipto y cae Mubarak, ese hombrecito que, en palabras de Kissinger, fue la “mejor manera de alcanzar los objetivos de EEUU en la región”. Por allá en Asia, en el llamado Oriente Medio (porque el revuelo pica y se extiende, y este mundo parece un entramado de vasos comunicantes), el rey jordano se enculilla y cambia su gabinete, por si las moscas lo tumban a él también.
El reguero levantisco se extiende por todo el ámbito musulmán, sea africano o asiático, allí donde la cultura árabe parece el factor común denominador: Argelia, Baréin, Irán, Libia, etc. Como si pudiéramos decir que se levanta un pueblo, una cultura, en voz de protesta contra los factores de dominio que, lógicamente, no le procuran ni bienestar ni felicidad.
Pero el asunto ha trascendido fronteras y se ha convertido en un efecto, llamados por muchos “Túnez”. Por todos lados ha habido intentos de reproducir un “egiptazo”, o por lo menos ha servido para que muchos ciudadanos del mundo protesten por la fallas de sus gobernantes, sea de modo espontáneo o manipulado. Hasta en China hubo un conato, sofocado ipso facto. ¡Vaya, vaya!
Sin ir muy lejos, por aquí cerca, en los EEUU, en el estado de Wisconsin, la gente se instaló en una plaza y empezó a protestar a su gobernador, quien, como todo capitalista, prostituyó los derechos laborales de miles de trabajadores a unos ricachones. Y aquí mismo, señoras y señores, en Venezuela, unos muchachitos nalgas blancas, llamados JAVU, casi hacen el intento de morirse de hambre hasta que el “tirano se marche”, como es el fácil eslogan de los sueños opositores. Los primeros por reivindicaciones sociales; los segundos, por mandato de agentes externos.
El asunto a tener en cuenta es que en la mayoría aplastante de los países con protestas ─allá en la zona de los embrollos originarios─ sus gobernantes son aliados de los EEUU, lo cual nos lleva a concluir, primeramente, que el neoliberalismo y capitalismo hacen aguas en el contexto mundial, con sus política excluyentes y hambreadoras, moviéndole el piso a los gobernantes títeres de los EEUU diseminados por el planeta.
El segundo punto es Irán y Libia, países en nada alineados con los afectos políticos o ideológicos estadounidenses: no bien empezaron las protestas en Egipto, los EEUU y sus factores aliados empezaron a predicar que lo mismo debiera hacerse en estos países en contra de sus gobernantes (acuerdénse de la señora Clinton calentando la oreja de la oposición iraní). Vaya, vaya, como si se dijera: ¡Carajo, si se hunden mi aliados en la región, que se jodan los demás! Yo y el mundo, el mundo y yo..., o viceversa.
La reflexión, el paisaje donde tendríamos que ver a profundidad es este: en la mayoría de los países mencionados hay y hubo protestas prolongadas, y hasta represión, pero el sistema de medios mundial se hizo de la vista gorda. Pero apenas empezaron los rollos en Libia ─país petrolero, no precisamente proestadounidense─, se presentó la ONU y la OTAN con sus resoluciones y amenazas. Los medios ─del sistema imperial─ dijeron que Gaddafi bombardeó a civiles con el ejército aéreo, así así sin pruebas y hasta quizás sin hechos, y sobre tal base se toma la decisión de intervenir, atacar y, lo más seguro, invadir en breve.
A estas alturas muchos podrían poner en tela de juicio el presunto bombardeo...; pero ya la decisión de la ONU está tomada y los EEUU colocan sus militares en posiciones. Para el caso de facto, no importaría si fue cierta o falsa la especie (informativa o desinformativa).
Y, finalmente, la pregunta obligada: ¿No nos suena el cuento como la payasada de las armas de destrucción masiva de Irak para robarle su petróleo?
Ya debiera quedar claro que la ONU ─institución planetaria─ en realidad defiende un sector e ideología del mundo y nada más. Lo digo y me siento tonto con este hallazgo del agua tibia, como se dice, pero reflexiones como la que sigue aniquilan, a idiotas e inteligentes juntos: Israel tiene años dándole trancazos a los palestinos y la ONU sigue allí, “bien, gracias”, silenciosa, vivita y coleando, como es el argot. Y cosa grave la de Israel, porque se trata de un Estado atacando a otro, causal que licencia intervenciones desde el ángulo de la penalización política internacional. Pero ya ustedes ven: Libia, que no atacó a otro, que presenta un problema “interno”, lo será próximamente, según soplan los vientos.
¿Hasta cuando el doble rasero imperial, caramba?
Oscar J. Camero
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