El Origen de los conflictos.
Es evidente que la diversidad, la variedad, la extensa panoplia de los conflictos, los diferentes ámbitos en que se desenvuelven, no pueden hacernos creer que sea fácil encontrar el nexo de todos los conflictos.
Si reflexionamos un instante sobre el elenco conflictual que invade nuestra gnosis encontraremos: conflictos familiares (con sus distintas variantes: padres e hijos, miembros de la pareja entre sí, adolescentes con abuelos); conflictos comunales (disputas en el seno de la vecindad por los más variados temas), tensiones municipales por la búsqueda de soluciones a las deficiencias de los servicios municipales); peleas en el mismo edificio de viviendas por el uso y /o abuso de los elementos comunales; enfrentamientos en el ámbito laboral por la asignación de tareas, el control de horarios, la determinación de las primas productivas; lucha política en el seno de los partidos por acceder a la dirección y control de estas organizaciones sociales; lucha política en los parlamentos nacionales para apoyar o atacar al gobierno constituido; contenciosos entre países por la posesión de territorios, asuntos que en ocasiones hunden sus inicios en siglos de historia.
¿Es posible ante tal heterogeneidad de asuntos plantearse un ortus común o, al menos, similar? Se ha dicho que la causa primigenia del conflicto es la escasez de recursos. Al igual que la economía se ha autodenominado la ciencia de la escasez, pues debe administrar recursos limitados, la Conflictología plantea que dado que los recursos son escasos, su administración, las elecciones que ésta comporta, son la causa de la tendencia conflictiva.
Podemos admitir que buena parte de los conflictos se desarrollan en torno a elecciones sobre alternativas tasadas. Estas disyuntivas no sólo pueden referirse a elementos materiales sino que se extienden a componentes conductuales.
La lucha de las naciones por expandirse, por crecer, por apoderarse de territorios ricos en materias primas, o dotados de singulares peculiaridades estratégicas, no hay duda que podría englobarse en la motivación del conflicto en base a elementos finitos, en este caso el territorio. Del mismo corte podríamos plantear las discusiones familiares por la cantidad de dinero que el presupuesto familiar podrá destinar al vestido o al ocio.
Existe un segundo bloque de conflictos que no tienen tanto su sede en la escasez de recursos materiales, sino en la limitación de las conductas humanas posibles. La clásica discusión familiar entre padres y adolescentes suele encontrar acomodo en lo que la chavalería hace al llegar a casa: estudiar o escuchar música, jugar con la computadora, o ver la televisión. Es claro que todo padre aspira a que sus hijos sean muy aplicados en el colegio o en el instituto, motivo por el cual su deseo último sería que aquellos destinaran el mayor tiempo posible a estudiar, pero claro o se estudia o se ve la tele, así que no se puede hacer todo, las conductas son limitadas.
Entiendo que estos dos agentes no son suficientes para configurar una explicación completa del conflicto, se hace preciso referirnos al poder, al poder en el sentido clásico del término, para completar la triada explicativa. Y es que el poder no debemos referirlo o considerarlo sólo en relación con las organizaciones que decididamente apuestan por él, pensemos en los partidos políticos o los sindicatos, sino que hay que considerarlo en toda relación humana. Cuando a los clásicos se les preguntaba sobre el poder decían que era una facultad que tenía el hombre sobre las cosas, sobre la naturaleza. Cuando esa facultad se proyectaba sobre otras personas, entrabamos en el ámbito del poder político.
Definido así ¿es posible preguntarse por relaciones humanas en las que no intervenga el poder? Lo dudo, en el seno de toda familia hay poder, de los padres respecto de los hijos, de los hombres sobre las mujeres y viceversa. ¿Acaso en una comunidad de vecinos no hay quien ejerce la presidencia y detenta cierto poder sobre el resto de vecinos? ¿En una comisión de fiestas no existe también un presidente, un síndico, un mayoral, cuyas decisiones pesan más que el resto?
Este poder al que me estoy refiriendo, por difuso que sea, no siempre implica el recurso a la fuerza, puede basarse en el prestigio, con sede carismática o informal. Pero ejercido por unos puede ser envidiado por otros y ahí surge la posibilidad de conflicto.
En conclusión en el análisis de todo conflicto, al estudiar sus origines es apropiado qué veamos qué recursos económicos, qué conductas humanas, están implicados. Pero en ningún caso dejemos de la mano la consideración del poder que reside, latente o patentemente, en toda forma de organización social.
Negociación

Txema Sanchis MarketingPara.com





































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