Violencia en el fútbol
Hace ya muchos años que el fútbol argentino padece un fenómeno de violencia. Hasta hoy son varias las decenas de muertos. No era el único caso en el mundo claro. En el fútbol inglés también se atravesó una situación parecida que fue erradicada penando a los recurrentes. Pero en el fútbol argentino continua. Pasa por etapas de conflicto menor y luego todo vuelve a rebrotar. Actualmente todos los fines de semana hay batallas campales en algún estadio o fuera de él. Las hay en la Primera División y hasta en las categorías menos importantes. En los clubes llamados grandes y los que apenas reúnen algún centenar de espectadores. Golpizas, pedradas y hasta tiros de bala caracterizan estos lamentables episodios. Las llamadas “barras bravas” ya han provocado varias suspensiones de fechas en los últimos años. Y alguna vez el fútbol estuvo parado como dos meses.
Recuerdo que cuando se analizaba la violencia en el fútbol inglés se mencionaban causas sociales como un aspecto central del problema. En los setenta, cuando comenzaron los “hooligans” a hacer de las suyas en ese país, Inglaterra vivía una época donde una fuerte desocupación golpeaba a algunos sectores, y estos jóvenes desocupados eran la carne de cañón de este fenómeno tan lamentable. Se hicieron análisis serios, sociológicos del problema, se formaron comisiones y hasta el Parlamento de ese país tomó cartas en el asunto. El problema se solucionó. Argentina no es la excepción. Las causas también son sociales. Las barras bravas exceden al fútbol mismo. El traslado de los restos de Perón provocó una batalla campal hace pocos días entre matones de varios sindicatos. Y los elementos son los mismos. Personajes desclasados, al servicio del mejor postor, que no tiene ideología ni sentimiento futbolero, son los que están involucrados. Y muchas veces son los mismos elementos: participan como patotas tanto en los sindicatos, como en los partidos políticos como en los clubes de fútbol. Están al servicio de dirigentes políticos y punteros. De dirigentes de fútbol. De la policía que hace la vista gorda o participa en algunas de sus actividades delictivas y cobra por “garantizar una seguridad” que nunca llega. De “dirigentes” sindicales que los usan en su beneficio. Y ellos, los barra bravas, que son “bravos” solo en patotas, a su vez obtienen prebendas como terreno libre para delinquir, entradas que luego revenden, puestos en los municipios o facilidades para vender drogas. Es tanta la locura en ese sentido, que hasta hay clubes que tienen sectores internos que se pelean todos los partidos entre sí.
Evidentemente no existe interés en solucionar este problema. Ni del Estado, ni de los dirigentes políticos, ni de los parlamentarios, ni de los dirigentes deportivos, ni de la Policía. El motivo es sencillo. Todos se benefician de ello. Se rasgan las vestiduras cada tanto pero todo continúa igual y todo el mundo sabe quién es quien en este juego perverso y macabro. Con un agravante, inconciente o concientemente son muchos los espectadores que no ven con tantos malos ojos a los propios barras bravas de sus clubes. Es un problema de raíz. Y si no es solucionado de raíz, nunca será solucionado.
Alejandro Bellini www.cuerpodiet.com






































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