La Felicidad no es producida por el Placer
Es necesario distinguir al placer de la felicidad. Estamos de acuerdo en que son estados de ánimo positivos. Pero el placer es una experiencia mucho más elemental. Así como también la alegría y otros estados agradables.
La capacidad de sentir placer la compartimos con muchas especies animales. En cambio la felicidad es propiamente una vivencia humana. Tiene que ver más con la espiritualidad y suele ser más sublime y profunda.
Como fuentes de placer podemos relacionar la satisfacción de muchas necesidades biológicas. Por ejemplo están el placer sexual y el que se experimenta al degustar alimentos deliciosos.
Pero más allá hay otras formas en que la pasamos bien y no necesariamente somos felices. Podemos estarnos divirtiendo o riendo con algún chiste gracioso. Y, no obstante, estar viviendo una existencia carente de felicidad.
Precisamente hay personas que pasan sus vidas buscando diversión y placeres. Gustan de abusar de los licores o de comer en abundancia y de manera desmedida. Y a eso suman demasiadas fiestas, mucha actividad nocturna y demasiados placeres sexuales sin ningún compromiso.
Desde luego, no se puede afirmar que todos esos regodeos sean causa de infelicidad. Más bien es al revés, pero no estoy diciendo que ese modo de vida produzca felicidad. Lo que pretendo dar a entender es que ellos se entregan a esa forma de vida porque no son felices. Cuando alguien experimenta un profundo vacío espiritual propende a compensar su desdicha en los placeres y gustos elementales. Y esos pueden ser sexo, comida, dulces, diversión, alcohol, otras drogas...
Muy a pesar del esfuerzo por gozar y reír, esta gente no consigue experimentar la felicidad. Están embargadas por una profunda y disimulada desventura. Porque es prácticamente imposible sentir satisfacción espiritual cuando se carece de cierto alimento moral. Algo que va más allá de los gustos inmediatos que por cierto son necesarios.
La felicidad tiene más que ver con el disfrute de la cultura, la poesía, la música, el saber; la práctica de la solidaridad. Tiene más que ver con sentirse útil y digno. Y es más cercana a lo que se experimenta cuando se vive el amor; no solo el erótico sino el amor a lo que se hace y a lo que se tiene. Cuando se piensa en el futuro y se tienen ideales. Cuando se tienen principios y se es consecuente con ellos. Y cuando se tiene una pasión y se lucha por alcanzar un sueño legítimo.
Con todo eso o parte, una persona puede sentirse dichosa aun en medio de la adversidad. Puede saber que se muere y hacerlo con una sonrisa en el rostro. Ese es el verdadero estado de felicidad. Y, obviamente, el placer por sí solo no puede proporcionarla.
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