¿Tiene algo que ver la Ética con la Felicidad?
Es curioso ver que cuando se habla de factores de la felicidad no se menciona a la ética. Por el contrario mencionan otros elementos. Algunos de ellos están solamente relacionados con la felicidad indirectamente. Por ejemplo tenemos el dinero, pero una persona de muy escasos recursos puede encontrar satisfacción en su vida. Mientras tanto, al otro lado del país, un rico puede estar pensando en el suicidio o en la droga.
Comprendamos mejor qué relación puede establecerse entre la ética y la dicha. Y para hacerlo consideremos algunos ejemplos sencillos.
No se puede sentir tanta satisfacción cuando se logra ganar un juego mediante trampas. El pícaro sabe que su victoria no es legítima. Y por eso no puede disfrutar del verdadero sabor de verse vencedor. En cambio, cuando el esfuerzo es coronado con el triunfo después de haber jugado limpiamente, la satisfacción es más limpia y profunda.
Si alguien se siente haber vivido apegado a las buenas costumbres suele sentirse con la moral en alto. Su autoestima es mucho mejor que si se supiera con una historia manchada por el vicio. Puede enfrentar los retos de la vida con el valor que da mantener la frente en alto. Y en esas condiciones no es raro que sea más exitoso que otras personas. Por lo que la obtención de satisfacciones derivadas de alcanzar dignamente sus objetivos, se vuelve más probable.
Pocas cosas dan tan profunda satisfacción como el deber cumplido. Cuando alguien se propone vivir apegado a algo justo y cumple con ello, se llena de dicha. Se siente una persona más digna, más plena. Y disfruta de una tranquilidad espiritual que solamente puede ser llamada felicidad.
Actuar con ética también es respetar los derechos de los demás. Y cuando esto se hace se recibe el cariño y el reconocimiento de otras personas. Pero cuando no, los altercados se vuelven frecuentes con el consecuente daño a la tranquilidad espiritual.
Otro tanto sucede con los remordimientos. Llevar una vida apegada a la ética contribuye a no pasar por esos sentimientos. Y pasa igual con el temor al chantaje. Una persona que lleva una vida limpia no tiene nada que ocultar. Y por eso no teme a esas humillaciones. Se ve que cumplir con los principios éticos puede ser una forma efectiva de sentirse dichoso y tranquilo espiritualmente.
Por eso puede concluirse que aunque nadie sea un santo es aconsejable vivir con un mínimo de observancia a los principios. El cumplimiento de ellos y la ética en general también puede convertirse en una vía para lograr y mantener la felicidad.
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