Plan Nacional de Lectura
Las palabras de un lector resumen la queja generalizada: "La cultura y la educación reciben tratamiento de farándula y, a veces, los columnistas se enfrascan en riñas que solo le importan a una camarilla, en lugar de analizar proyectos culturales que involucran recursos públicos".
Si bien, al generalizar, se corre el riesgo de desconocer el trabajo de algunas publicaciones, coincido en la necesidad de albergar estos debates en los medios, para ofrecer, según señala otro corresponsal, "un marco preventivo, basado en argumentos técnicos, que evite llorar sobre el dinero dilapidado en la compra de materiales de dudosa pertinencia como las cartillas de Alma Máter".
La discusión me parece pertinente, ahora que el Estado propone un Plan de Lectura como un trabajo de equipo entre los ministerios de Cultura y Educación, lo cual es una excelente noticia. Sin desconocer la importancia de las bibliotecas públicas, la escuela es el espacio al que asiste obligatoriamente la mayoría de la población durante un promedio de 12 años, desde la educación inicial hasta undécimo, y un proyecto de formación de lectores para la institución educativa era una asignatura pendiente en el país.
De ahí que comparta la preocupación por la falta de divulgación de los criterios conceptuales, técnicos y pedagógicos que orientarán el trabajo. Aunque el MEN presentó un borrador del Plan a un grupo de maestros, padres de familia y expertos en abril -doy fe, pues participé en una reunión en la que hicimos observaciones al documento y manifestamos nuestro interés por hacerle seguimiento-, no volvimos a tener ninguna noticia hasta estos días, en los que se ha pedido a las editoriales enviar muestras de libros preseleccionados, algunos ya descatalogados, con una premura inquietante.
Además de las preguntas sobre el monto de la inversión -desconocido, hasta ahora- y sobre los criterios de selección de libros -qué tan explícitos y públicos son y qué tan amplia ha sido la participación de la comunidad educativa y cultural en el proceso- recojo otra pregunta sobre la pertinencia de dotaciones idénticas para todas las escuelas, sin una caracterización previa: ¿Se deben enviar las mismas colecciones a escuelas urbanas, rurales e indígenas, o podría pensarse en un acervo básico al que se sumen otros libros relacionados con los proyectos educativos, productivos y culturales de las regiones involucradas?
Si los criterios de selección suscitan dudas, lo mismo sucede con los procesos de acompañamiento y de formación docente del Plan, por no hablar de la eterna pregunta sobre los inexistentes bibliotecarios escolares, todos ellos componentes imprescindibles para garantizar que, más allá de una compra masiva de libros, el Plan se convierta en un proyecto real de formación de lectores. Sin embargo, esta apuesta pedagógica que es, por misión, una tarea indelegable del MEN, tampoco se ha hecho pública.
La premura por "ejecutar recursos" y mostrar resultados, sin tomarse el tiempo para recoger experiencias nacionales e internacionales de muchas entidades y evaluar lo que se viene haciendo bien y mal en este campo, no puede hacernos perder otra oportunidad para asumir con rigor la formación de lectores en Colombia. O, para decirlo con las palabras de otro corresponsal, "ojalá no pase como con el Transmilenio de la 7a.: que primero contraten la obra y luego hagan los diseños". Esta columna sigue abierta y agradece a las personas que han hecho aportes sobre un proyecto que nos concierne a todos.
Tomado de: Yolanda Reyes

Comp. Javier Mejía T. www.exagonobibliotecario.blogspot.com





































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