Perdona todos nuestros pecados
Puedo apostar cualquier cosa a que alguna vez has sufrido por lo que otros te han hecho. Qué digo alguna vez, estoy seguro que han sido muchas veces. Le ha pasado a todo el mundo. La conducta de las otras personas puede ser nociva en ocasiones.
Cuando eso sucede aparecen resentimientos. Puede aparecer la hostilidad y el odio. Es normal que aparezca el deseo de la revancha o de venganza. Y, la mayoría de las veces tales deseos nunca son satisfechos. Pero si respondemos agrediendo, normalmente hay una réplica igualmente hostil contra nosotros que engendra nuevos resentimientos. Y así la historia se vuelve interminable.
A la larga, podemos mantener el deseo de cobrar el daño que nos han infringido. Pero la experiencia demuestra que rara vez logramos ese deseo. Y, si causamos mal se inicia una cadena de hechos que termina haciendo imposible disfrutar de alguna tranquilidad. Es decir, que nuestro deseo de venganza es una de las formas aliadas de nuestros adversarios. Nuestro deseo de vengarnos actúa a favor de nuestros enemigos y en nuestra contra.
Muchos enemigos lo saben. Por eso tratan de estimular el odio de nosotros hacia ellos. Comprenden que eso nos hace mucho más daño que bien. Nos vuelve vulnerables y predecibles. Nos provoca sufrimiento y ansiedad, nos llena de inquietud. Socava nuestro bienestar y termina estropeando para siempre nuestras vidas.
La venganza toma muchas formas. Y mientras la tengamos en mente como un asunto pendiente no podremos ser felices. La venganza solo trae un alivio pasajero y malsano. Al final de todo es una trampa por la que cambiamos nuestra posibilidad de tener paz. Solo en la armonía el ser humano puede alcanzar su máximo esplendor y encontrar la dicha. Jamás ocurrirá en la guerra. Por eso urge encontrar tranquilidad y terminar con los conflictos.
Si tus enemigos quieren llenarte de desasosiego haciendo que los odies, perdónalos. No lo hagas complaciéndoles con tu odio. Acaba con el plan de cobrárselas alguna vez. Abandona tales propósitos y encontrarás la paz junto con la posibilidad de volver a ser feliz. Eso es todo lo contrario de lo que quisieran tus adversarios.
Empréndelas contra sus ideas, destruye y desprestigia tranquilamente sus malas prácticas. Pero evita caer en la trampa del desquite. Nunca odies a ninguna persona, eso no es civilizado y va en contra de las buenas costumbres. En vez de eso odia y abomina formas de ser, ideas y actitudes contrarias al espíritu humano. Históricamente el odio a los seres humanos solo ha traído desgracias. No lo olvides.
Sin embargo, nadie debe confundir el perdón con la impunidad. Los malhechores merecen un castigo, nadie puede negarlo porque hacerlo sería un crimen. Pero es con la justicia que tienen que vérselas, no contigo. Porque tú solo defiendes la justicia, no la venganza.
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