Los más y los menos de la reforma educativa
Las diferencias que hasta hoy esgrimen directivos, estudiantes y docentes contra el contenido de la iniciativa del gobierno a través Ministerio de Educación, son las mismas siempre que esta clase de propuestas se traen a discusión, pero, al leerlas y escuchar las versiones de manera imparcial, se colige que son más las ideas y los deseos que los unen que los que los distancian.
Lo que realmente falta es que aprendan a escuchar y no se circunscriban a pontificar o a emitir unos conceptos tan dogmáticos que lo único que hacen es polarizar el debate y desviar la atención de los verdaderos objetivos del proyecto, que es el de tener una educación al alcance de todos y con calidad.
Vale la pena señalar que no ha estado ausente de esta controversia la desinformación, generando confusión en la opinión pública y especialmente en los estudiantes que por diversas circunstancias no conocen la propuesta, unos porque no la han leído o si lo han hecho ha sido en la mayoría de los casos versiones anteriores no corregidas y tendenciosamente colgadas en diversos portales para desorientar.
Si tomamos el primer borrador y lo comparamos con el proyecto radicado en el Congreso de la República, observamos que existen cambios sustanciales y que, según la señora Ministra de Educación, fueron producto de los aportes recogidos en reuniones, foros y a través de los diversos medios electrónicos.
Propuesta tan espinosa como crear instituciones privadas con ánimo de lucro, fue retirada de la iniciativa por el gobierno, por lo que debe tenerse como una divergencia totalmente superada.
Ahora los académicos se encuentran especialmente enfrascados en la discusión relacionada con la necesidad de un apoyo económico muy superior al que se propone en el proyecto, para evitar un desfinanciamiento crónico, si se tiene en cuenta la exigencia de continuar aumentando las tasas de cobertura y los estándares de calidad. Lo anterior puede ser razonable siempre que las universidades racionalicen sus gastos de funcionamiento y no continúen recurriendo a incrementos exagerados en los derechos pecuniarios derivados de inscripciones, matrículas ordinarias y extraordinarias, exámenes de habilitación y supletorios, expedición de certificados y constancias, derechos de grado, cursos de vacaciones, etc.
La aspiración de los estudiantes es que la educación pública de nivel superior sea gratuita y no están de acuerdo en que para estudiar deban recurrir a préstamos porque los consideran onerosos y los catalogan como una forma de privatización. No obstante, es notorio el esfuerzo que se ha venido haciendo, y el que se propone en el proyecto, para que la educación esté al alcance de todos, al subsidiar y facilitar el acceso a la universidad estatal a un número cada vez mayor de jóvenes, pero pretender que de su parte no se demande ningún aporte, es desconocer que el Estado no está en condiciones de sobrellevar erogaciones que ni los países ricos asumen.
Y es de anotar que ya el Icetex está ofreciendo créditos en condiciones favorables y en el proyecto se le incrementan los recursos para que brinde mayores facilidades para el acceso y permanencia a la población de bajos recursos económicos y con mérito académico.
En cuanto a la forma como serían entregados los recursos, los directivos de las universidades prefieren que sea por transferencia directa y discrepan de que se establezcan otros medios y sistemas de medición, aduciendo que esto pone en peligro su autonomía.
Entre los asuntos que deberán ser tema de análisis están la inspección y vigilancia; el beneficio social que representará la entrega de aportes a instituciones de carácter privado; la inequidad existente en la repartición de los recursos entre las universidades y entre éstas y las instituciones universitarias, etc.
Los reparos expuestos por los diferentes sectores no son insalvables, por el contrario, todos apuntan en el mismo sentido de lograr una educación más asequible, lo que falta es moderar los ánimos pendencieros y crear confianza para entrar a superar las diferencias y malos entendidos, y qué mejor escenario para ello que el Congreso de la República.
Tomado de: Iván Echeverri Valencia

Comp. Javier Mejía T. www.exagonobibliotecario.blogspot.com





































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