Calidad de la educación, ¿sinónimo de calidad de vida?
Hasta el momento el énfasis en la calidad de la educación se ha centrado en la modernización de infraestructura y equipamiento de las instituciones educativas, así como en la cualificación de sus relaciones internas y externas, todo con miras a su certificación. No obstante, ser un pilar para el posicionamiento institucional, con una calidad educativa pensada solamente en función de tecnologías de punta y protocolos para que niños y jóvenes respondan a pruebas estandarizadas, es muy poco lo que se contribuye a la formación integral de los colombianos, como lo establecen universalmente los objetivos de la educación.
Si bien es cierto el espíritu de los planes decenales ha sido el mejoramiento de la calidad de la educación básica y media, su aporte a este propósito es cuestionable, como lo refleja el bajo nivel de lectura y escritura por parte de bachilleres en pruebas nacionales e internacionales en las que ni siquiera interpretan textos digitales, no obstante el dominio que tienen los jóvenes de estos dispositivos.
Y para completar el ciclo, en desarrollo de su formación profesional en pregrado y posgrado la mayoría de estudiantes tampoco puede redactar una idea coherente, en parte porque los docentes carecen de estas habilidades, demostrado en el bajo número de profesores que publican trabajos escritos. Un círculo vicioso que por algún lado hay que romper.
Y para romperlo, aunque complejo de plasmar en una ley de la República, es prioritario promover, por una parte, una formación humanística con énfasis en lectura y escritura en todas las disciplinas y niveles de formación; y por otra parte, fomentar unas condiciones laborales, académicas y sociales óptimas en el interior de las instituciones educativas que permitan el posicionamiento social y laboral de los docentes.
Para lograrlo se requiere, en primer lugar, establecer unos requisitos con alto contenido intelectual y humano para el ingreso a la formación de maestros responsables de la formación en los niveles básicos y medio de la educación.
En segundo lugar, crear y fortalecer un Estatuto Nacional Docente para la educación superior en el que se definan unos criterios claros y transparentes para la selección, promoción y permanencia en la profesión docencia.
En tercer lugar, estructurar un Escalafón Único Nacional para Docentes de educación superior con escalas salariales en compensación a los esfuerzos académicos, a los logros profesionales y al grado de responsabilidad. Y en cuarto lugar, promover pasantías, apoyo económico para formación en posgrados, periodos sabáticos remunerados, publicación de trabajos y préstamos blandos para vivienda, entre otros estímulos para los docentes.
Así las cosas, el Estado podrá garantizar que, por una parte, a las facultades de Educación ingresen estudiantes que sobresalgan por su rendimiento académico y con sentido de servicio; y por otra, que para el ejercicio de la docencia en educación superior en todos sus niveles accedan destacados profesionales. Esto significa contar en un futuro con técnicos, tecnólogos y profesionales éticamente idóneos en todos los campos y áreas de desempeño de la vida social y productiva del país.
Si sólo se atendiera a estos dos aspectos, Colombia podría avanzar hacia el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, como reflejo de una educación de calidad.
Y así sí se podría pensar en un país altamente productivo, capaz de competir con otras economías que hoy se disputan la primacía en el mundo y en las que, a pesar de contar en algunos casos con menos recursos, sus ciudadanos se forman con valores éticos superiores.
Tomado de: Gilberto Cardozo Barreto

Comp. Javier Mejía T. www.exagonobibliotecario.blogspot.com





































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