Rembrandt, artista del barroco - Tercera parte
Tercera parte.
Quizá no exista un artista que haya pintado tantos autorretratos, o se haya sometido a un análisis tan profundo de sí mismo. Sin embargo, no todos los primeros retratos pueden considerarse como una representación objetiva, ya que estos lienzos solían utilizarse como estudios de emociones diversas que después habrían de ser incorporados a obras de tema bíblico e histórico.
Es posible que los autorretratos también fueran utilizados para demostrar su dominio del claroscuro; por lo tanto es difícil afirmar qué aspecto tenía Rembrandt partiendo de un autorretrato como el que pintó alrededor de 1628, en el que el rostro aparece envuelto en sombras tan oscuras que apenas sí dejan entrever sus rasgos. Por otro lado, en ninguno de estos retratos juveniles intentó disimular sus facciones algo toscas.
Las obras de tema bíblico representan un tercio de toda la producción artística de Rembrandt, lo cual era algo inusual en la Holanda protestante del siglo XVII, ya que no existían encargos por parte de la Iglesia y el arte religioso no se consideraba importante. Sus primeras obras de tema bíblico presentan un acentuado dramatismo, dentro de la tónica del gusto barroco.
Uno de los primeros encargos públicos importantes que recibió Rembrandt en Amsterdam fue La lección de anatomía del doctor Tulp, obra que retrata a los miembros del gremio de cirujanos reunidos en una clase práctica de disección. Estos retratos en grupo constituyeron un género único en Holanda y proporcionaron abultados ingresos a los artistas en un país en el que ni la Iglesia ni la casa real actuaban como mecenas del arte. Las obras de Rembrandt superan los retratos conmemorativos realizados por otros artistas holandeses, a través de la interesante estructuración piramidal que aporta naturalismo a la escena.
Muchas de las obras de Rembrandt pertenecientes a la década de 1640 muestran la influencia del estilo y el espíritu clasicista. Un autorretrato, basado en obras de Rafael y Tiziano, refleja su asimilación del clasicismo tanto en la organización formal como en la expresión de calma interior.
En, El predicador Cornelis Claesz Anslo y su esposa, de espíritu más sosegado que sus obras anteriores, crea una interrelación magistral de los personajes; el ministro está hablando, quizá explicando un pasaje bíblico a su mujer, que escucha en silencio. Otras obras de Rembrandt representan diálogos y, al igual que ésta, aluden a un momento concreto. En La cena de Emaús, una obra muy emotiva, Rembrandt transmite la intensidad de la escena a través de la utilización de luz.

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