Crisis económica o decadencia social
La traída y llevada crisis que nos envuelve y ahoga, siempre lleva el calificativo de económica, pero si profundizamos en el análisis, se puede deducir que la decadencia económica del primer mundo, es sólo una consecuencia de la destrucción de los valores y la desnaturalización las ideas que conformaron la estructura de la cultura occidental.
Vivimos inmersos en una crisis profunda de identidad. Los valores éticos y morales derivados de nuestra tradición cristiana, poco a poco se han ido diluyendo hasta su erradicación en una gran parte de la sociedad. Este proceso se ha acelerado en los últimos tiempos, en los que lo progre y lo que más se lleva, es el ataque indiscriminado a todo lo que suene a religión. Y digo yo, qué daño puede hacer, por ejemplo, saber las Obras de Misericordia, huelga decir que todo lo contrario. Llegados a este punto, lo recomendable sería que los que no las supieran, vagamente recuerden alguna, e incluso también los que fueran capaces de citarlas de carrerilla, las repasen y chequeen en cuáles existe un déficit de práctica. Tengo que reconocer que pertenezco al grupo de los que recuerdan algunas, y la verdad es que el ejercicio ha sido constructivo. Si no se hubiera extirpado su estudio, como si de un carcinoma se tratara, por ejemplo veríamos a más jóvenes en el metro o el autobús, ceder su asiento a las personas mayores. Aquí está la raíz del problema, la educación. La deficiente formación en los valores principales del individuo, que son los que generan simple y llanamente buenas personas, está provocando un daño atroz a la sociedad. Hay algunos que abogan por educar en el ámbito familiar, y es loable y necesario, pero también es imprescindible en la escuela, porque no todos los padres están, por diferentes motivos, preparados para hacerlo.
Una sociedad dañada en su base no puede tener un destino halagüeño. Del sueño liberalista que se inició allá por finales del XVIII y principios del XIX, que propugnaba la libertad económica, pero respetando los derechos individuales y en el marco de un Estado de Derecho, hemos desembocado siglo y medio después en la peor expresión del capitalismo más atroz, encarnado en el neoliberalismo, que no es una evolución del anterior, sino una degeneración, cuyo punto de referencia es el mercantilismo sin medida y sin ningún tipo de control, con los mercados como únicos reguladores de la actividad económica.
A la par que en los últimos 30 años se han ido degradando los valores tradicionales que servían de marco de convivencia del mundo occidental, conceptos como igualdad, Estado de Derecho, libertad individual, respeto al prójimo, paulatinamente han ido dejando de estar vigentes. Esta situación fue el caldo de cultivo perfecto para propiciar el desarrollo de las prácticas neoliberales, que han desembocado en el estallido de la crisis. El terremoto económico que estamos sufriendo, del que todavía no sabemos a ciencia cierta la profundidad del socavón generado, conseguirá que la nueva generación que se incorpora, si puede, al mercado laboral, sea más pobre que la de sus padres, por primera vez en los últimos 70 años.
Quizá sea demasiado tarde para recuperar el terreno perdido, porque los “BRIC” (Brasil, Rusia, India y China) están desplazando el centro económico mundial, dejando al margen a la vieja Europa. De hecho ya se ve algún mapamundi con el Pacífico como eje, dejando el Atlántico a los lados. Sea como sea, nuestra obligación es recuperarnos, y la única solución se llama Europa. Sólo una Europa realmente unida en lo político y económico puede plantar cara a esos países que eran emergentes y ya son auténticas potencias. Eso sí, es imprescindible reforzar nuestros valores éticos y morales, para construir una sociedad sólida capaz de llevarlo a cabo.
Y si hablamos de España, con unos políticos corruptos que nos roban a manos llenas, con los escarceos secesionistas de los consentidos vascos y catalanes, con una economía totalmente colapsada por el déficit, el sistema financiero, salvo excepciones, quebrado y con un paro que ya supera el 23%, sólo nos queda mejorar, bueno mejor dicho, salir del coma , si podemos. El optimismo es lo último que se pierde, ¡qué decadencia!

El sabio puede cambiar de opinón, el necio nunca





































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