Rajoy: El presidente que no sabe, no contesta
El presidente de España, Mariano Rajoy paseaba por el senado el pasado martes 10 y la prensa le esperaba como jauría de lobos a su presa. En la mesa, un montón de temas candentes: la reforma de la educación y sanidad, la prima de riesgo, la posibilidad de intervención. Y este señor, tranquilo, con aires de notario aunque es registrador, sonrisa beatífica llegó, vio y se marchó. Algunos periodistas no se lo podían creer. Otros, más acostumbrados a la cínica arena política, asistieron a otro desaire para variar.
El presidente no responde, se oculta, igual que cuando era el jefe de la oposición, eternizado y aburguesado en el cargo, de pronto se dio cuenta de que había posibilidades de ganar las elecciones y entonces despertó. No por méritos propios ni mucho menos sino por la total inoperancia del gobierno anterior, inutilidad exasperante, ignorancia paroxística, en fin, como una pandilla de payasos en un circo de tres pistas que mientras se hundía el Titanic seguían bailando la macarena.
Rajoy, durante el período de su epifanía pre-presidencial no aventuró nunca un programa específico ni medidas clave contra la crisis. Todas eran frases vagas y generales y siempre echando las culpas al gobierno de la debacle de España. Y en eso tenía razón, bueno, por lo menos a medias porque el origen de la crisis está en el ex-presidente Aznar, ese señor pequeñito con mala leche que plantó las semillas del desastre que luego Zapatero, maquillado de blanco y con nariz de tomate, regó y abonó.
Rajoy ejerció de gallego y a algunos hasta les hacía gracia. A otros mosqueaba bastante. El caso es que ya tuvimos un jefe de estado gallego, 40 años, y ejercía de tal además bajo palio y nadie le levantaba la voz, ni respondía ante nadie con la exclusión de Estados Unidos. Y a otro lo exasperó: Pero bueno, ¿Va usted a involucrarse en la guerra? Bueno, sí y no, ya veremos, depende. Hitler se fue pasmado.
Pero este no es aquel gallego, este tiene que responder, no podemos esperar, las cuatro promesas vagas de su campaña electoral se han evaporado y las medidas que está tomando solo tienen una dirección: cargarse la clase media y sumir la mitad de la población de España en la pobreza. Ojo, ya tenemos un 22 por ciento de la población por debajo del índice de la pobreza, o sea, que es un objetivo alcanzable.
Las medidas neoliberales para contentar mercados (que no a la población) ya esta probado que no funcionan, o por lo menos, no funcionan como la gente cree. El neoliberalismo con su desregulación y privatización hasta del ejército (en Irak había mas asesores que soldados) fue lo que llevó a Estados Unidos en la época Bush a la peor crisis de su historia después del crash del 29, con dos guerras abiertas, una deuda impagable y descomunal (la mayor del mundo) y fraudes financieros por la desregulación a diestro y siniestro. “Es que el mercado se autorregula” fue la broma del momento, Milton Friedman era un cachondo.
Para poner un ejemplo hablaré de Nigeria. Nigeria es la segunda economía de Africa, después por supuesto de Sudáfrica que es la potencia regional. Como decía, es la segunda economía de Africa y el octavo exportador del mundo de petróleo. (Y nuestro primer proveedor, pero eso es otra historia) ¿Esto trasciende de alguna manera a la población? En absoluto, el 70 por ciento de los habitantes de Nigeria viven con menos de dos dólares al día. Y además el país está entrampado por la deuda gracias al Club de París y el acuerdo de restructuración del Fondo Monetario Internacional que incluye un sector bancario y acabar con los subsidios. Huelga decir que es un país más corrupto que España, si eso es posible.
Y España a lo mejor empieza a tener brotes verdes y el PIB comienza tímidamente a subir, bien, en un país con una bolsa de pobreza mayor que nunca en su singladura democrática y con servicios esenciales destruidos por una privatización salvaje. Parecerá una tontería, pero no olvidemos que si Bill Gates entra a tomar un pincho de tortilla al bar de la esquina, la renta per cápita subiría a unos 500 millones de dólares con 99 personas dentro, pero la realidad es que hay un rico y 99 pobres.
Por favor presidente, responda. Hable alto y claro, pero oiga, no a los mercados sino a sus ciudadanos, los españoles, a los que le votaron y a los que no, que al fin y al cabo trabaja usted para ellos y son ellos con su esfuerzo diario para sobrevivir esta brutal crisis los que les pagan a todos ustedes, “políticos”, el sueldo.
Eduardo Fernández www.informacionydinero.com cornagobis@hotmail.com
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