La monarquía: ¿Un sistema agotado?
Parto de la base que en origen Monarquía significa el gobierno de una sola persona, que no tiene que ser rey ni su cargo ser vitalicio ni mucho menos dejar en herencia a su progenie las bondades y privilegios de su posición. En Esparta existió un tiempo la diarquía, que era el gobierno de dos, quizá no lo ideal para Licurgo, el fundador del sistema político-social-militar del pueblo espartano. Como anécdota o leyenda, este estadista hizo prometer a sus paisanos que mantendrían ese peculiar sistema hasta que él volviera ya que tenía que cumplir con unas obligaciones en otro lugar y en cuanto salió de la ciudad se suicidó, dejando a Esparta sujeta a la promesa para siempre.
Como decía, la monarquía ha sufrido cambios en lo que Edward Gibbon definía como historia que es “poco más que el registro de los crímenes, locuras y desgracias de la humanidad”. ¿Y porqué no puede volver a cambiar?
La España moderna y contemporánea (y con esto me remonto hasta los principios del siglo XX) ha pasado por muchos cambios de gobierno y régimen, algunos de ellos de manera traumática como la guerra civil, guerra intestina, fratricida, hermanos contra hermanos que dejó una profunda huella en la sociedad de aquella época. Después, los derroteros históricos dejaron una dictadura fascista con sus cinco puntas (propaganda-nodo, utopía inalcanzable-El Movimiento, policía represiva, líder carismático-Franco, enemigo común-comunismo) y una posguerra dolorosa para la población.
La Segunda Guerra Mundial traía los vientos bélicos de nuevo a Europa y el gobierno de entonces prefirió una posición neutral ante el conflicto lo que sin duda salvó a la población de más penurias tras la contienda nacional. Una neutralidad difícil pero por suerte respetada por las fuerzas en batalla, en la cuerda floja, como la de Suecia que aún neutral, exportaba todo su hierro a la máquina bélica alemana. Seis años después los aliados daban al traste con las ensoñaciones de un Reich de mil años y la expansión imperial de Japón en el océano pacífico.
Pero España quedaba sola...y aislada. El fascismo estaba muerto en Europa. El único fascismo que no caía estaba en España que quedaba fuera de la política internacional en un nacional catolicismo endogámico que sólo el tiempo y la prosperidad (España estaba destrozada y sólo podía mejorar) el surgimiento de una clase media y nuevos valores vitales, aún con falta de libertades convirtió al régimen en una dicta blanda tímidamente abierta al exterior. Y, claro, llegó el momento de la sucesión y Franco reinstauró la monarquía de nuevo.
El príncipe juraba lealtad a El Movimiento aunque con la muerte de Franco por suerte para todos abrió la caja de pandora y salió la democracia, los partidos, las libertades, dejando dentro la esperanza, la esperanza de un pueblo en su nueva trayectoria democrática. La coyuntura de la época hizo obligada una transición incruenta, amnistía y un también obligado consenso y café para todos. Esto lo aceptamos ya que el alcanzar la democracia y las libertades era un sueño para los españoles. Y nos vino con Juan Carlos I incluido como figura cohesionante de aquella España renacida.
Había y hay muchos más juan carlistas que monárquicos y siendo justo hay que decir que el reinado del rey Borbón ha tenido sus luces y sus sombras en un paisaje soleado como el español. Pero más de 30 años después, las nuevas generaciones no quieren saber nada de la guerra civil, la transición es historia y lo que de verdad quieren es una profundización en los valores democráticos, una democracia más participativa y abierta a la sociedad civil máxime cuando nos enteramos de todo a los 10 minutos y estamos mas interconectados que nunca a través de la red y sus herramientas sociales. ¿Será la hora de la república? Ojo, república no significa banderitas tricolores con viejos nostálgicos ni vuelta atrás a unos valores pasados. Sería una república moderna, nueva, sin equipajes de ninguna clase.
Es un error pensar en que la república es algo de izquierdas, los países republicanos los tenemos de todos los colores. Lo que no podemos hacer es dejarnos llevar por el statu quo que predican los dos grandes partidos, que son los mismos que han llevado a España a la quiebra. Necesitamos cambios y esos cambios no pueden ser sólo ajustes al presupuesto para pagar la deuda que estos dos partidos (que han gobernado) nos han dejado en herencia.
Por eso quizá sea planteable que se extinga la monarquía con Juan Carlos I, manteniendo su cargo vitalicio y un agradecimiento sincero por los servicios prestados. Pero después, jefe de estado votado en las urnas, por un periodo de 8 años intercalado entre legislaturas para una mayor independencia del gobierno, aventuro yo, pero fórmulas puede haber muchas más. Y Felipe de Borbón puede presentarse a candidato, si lo desea. Empecemos a hablar que hay mucho que decir.
Eduardo Fernández www.informacionydinero.com cornagobis@hotmail.com
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