Los injertos y enfermedades de la piel
La piel esta propensa a padecer enfermedades originadas tanto por causas internas como externas. La inflamación de la piel o dermatitis puede producirse como consecuencia de la exposición a sustancias industriales irritantes, físicas o químicas, por el contacto con venenos de origen vegetal, o por quemaduras producidas por una exposición excesiva a los rayos ultravioleta del sol. La infección de la piel por estreptococos piógenos da lugar al impétigo y la erisipela, y las infecciones cutáneas pueden extenderse por todo el cuerpo; enfermedades sistémicas generales pueden dar lugar a síntomas cutáneos, como en la escarlatina, la varicela y el sarampión.
Proteínas extrañas a las que el cuerpo es sensible pueden afectar a la piel produciendo urticaria, tanto si llegan a la piel por el torrente sanguíneo como si son aplicadas directamente en la piel. Con frecuencia, los pacientes son estudiados mediante la colocación de una pequeña cantidad de proteína en un pequeño arañazo realizado en la piel; si se produce sensibilidad a la proteína aparece un habón. En un principio se creyó que el eccema era la enfermedad cutánea más frecuente, pero en la actualidad se considera como un síntoma de una gran variedad de patologías, incluyendo irritaciones locales externas, alteraciones sanguíneas y alergias.
Otras afecciones cutáneas incluyen tumores, quistes sebáceos, úlceras y pigmentaciones congénitas o producidas por alteraciones en las secreciones internas y melanomas. A veces, las lesiones producidas por quemaduras, por intervenciones quirúrgicas o por algunas enfermedades dan lugar a la destrucción de zonas extensas de piel. La regeneración de la piel sobre estas zonas desnudas se produce de forma natural por proliferación de las células situadas en los márgenes de la lesión, donde la piel es sana, y de los apéndices cutáneos subyacentes.
Sin embargo, la formación del tejido de la cicatriz evita el crecimiento de piel sobre la zona desnuda y puede incapacitar la parte afectada por la formación de contracturas o adhesiones. Para facilitar que la zona dañada se cubra por completo se realizan injertos de piel. Se cortan secciones de piel que tengan su grosor total o parcial, dependiendo de las indicaciones, de otras zonas del cuerpo y se aplican en la superficie descubierta con objeto de que se adhieran con rapidez.
Si el injerto tiene éxito se nutre en un primer momento con suero que rezuma del tejido dañado, y después por proliferación de capilares en el injerto, capilares que proceden del tejido sobre el cual se han colocado. Al final, el injerto se une con la piel que lo rodea para cubrir toda el área. En general, los injertos permanentes sólo se pueden realizar con piel del cuerpo del mismo individuo que va a recibirlos, o de un gemelo idéntico.
Con la excepción de los injertos procedentes de gemelos idénticos, los injertos se caen transcurridas unas tres semanas. También se han desarrollado injertos de piel artificial para que sirvan de protección temporal durante la cicatrización. Están constituidos por una capa dérmica de fibras proteicas de origen animal y por una capa epidérmica de plástico de silicio. La piel también puede ser clonada, aunque la piel resultante carece de flexibilidad y no puede crecer.

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Para este tipo de procedimientos creo que es importante conocer si nuestra piel es demasiado sensible o delicada.





































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