El Problema Mente-Cerebro (4) Críticas al Funcionalismo
Tres preguntas posibles sobre la mente apuntan a tres niveles diferentes
Diagnóstico: en el debate sobre lo mental, el funcionalismo tiende a confundir las preguntas (2) y (3) con la pregunta (1), dada su persistencia en definir cómo esencial de lo mental a aquello que constituye la estructura organizativa o funcional de la mente.
¿Por qué el funcionalismo confunde los diferentes niveles?: Esbozo de una explicación
1. Detrás de la confusión de niveles en que incurre el funcionalismo existe una serie de confusiones contribuyentes o -cuando menos- algunos supuestos implícitos que convendría revisar. Algunas de tales confusiones o supuestos importantes, entre otros, son:
La “herencia” que el funcionalismo mantiene con las ciencias de la computación y su “deuda anticipada” con la inteligencia artificial
En el mundo de lo artificial no sólo no resulta impropio sino que resulta necesario homologar la esencia de un ente a su función, dado que el mismo ha sido expresamente diseñado para cumplirla (en términos aristotélicos, su esencia puede asimilarse a su causa final, es decir a su “para qué”) Al provenir de la analogía funcional entre mentes y ordenadores, el funcionalismo está necesariamente “condenado” a entender lo mental en términos de funciones, aún cuando el costo asociado a esta empresa derive en una desnaturalización del objeto de estudio. Asimismo, al apoyarse gran parte de su programa de investigación en el desarrollo de “sistemas artificales pensantes”, el funcionalismo termina subordinado a un eventual éxito que, de ocurrir, implicaría nuevamente definir lo mental en términos de funciones.
Sin embargo, no debería olvidarse que la mente es un ente natural, donde naturaleza básica y función constituyen una amalgama indisoluble.
2. La confusión entre mente, en su sentido estricto, e inteligencia
El funcionalismo, con su permanente recurrencia a lo que un sistema es capaz de hacer (vg., su función) como definitorio de lo mental (en detrimento de la sustancia de que el sistema está hecho), implícitamente parece referirse más a la inteligencia (vg., “la mente intelictiva”) que a la mente en general (vg., “la psiquis”) Tal vez, ésta sea una de la razones por las que el funcionalismo podría explicar satisfactoriamente aquellos fenómenos mentales que involucran procesos que actúan como potencias causales de algún producto mental (tal como la inteligencia y la creatividad), mientras que le resulta realmente problemática la explicación de aquellos fenómenos que constituyen estados mentales intrínsecos (es decir, que son lo que son independientemente de su condición de causas o efectos de otros estados) tal como los sentimientos y emociones en general.
3. El escepticismo sobre la existencia de las otras mentes y su implicación básica: la necesidad de una prueba ontológica
Quien comienza manteniendo un escepticismo fuerte sobre la existencia de otras mentes casi seguramente supondrá la necesidad de una prueba ontológica de lo mental diferente a su mera atribución a modo de principio básico. Y, conforme al contexto del problema, la característica elemental de dicha prueba está determinada conforme a la siguiente regla hipotético-deductiva:
SI SE ATRIBUYE UNA PROPIEDAD INTERNA “X” A UN ORGANISMO “O” , y “X” NO ES DIRECTAMENTE OBSERVABLE, BÚSQUENSE ENTONCES MANIFESTACIONES EXTERNAS “C” DE “O”, COMPATIBLES CON LA EXISTENCIA DE “X”. SI SE LAS ENCUENTRA, ENTONCES REDEFINASE “X” EN ESTOS TERMINOS: “X” ES AQUELLO QUE A UN ORGANISMO “O” LE PERMITE HACER “C”
Lo descrito, que se conoce como “tautología funcional”, puede también catalogarse (siguiendo a Searle) como una especie de “conductismo residual”; y constituye una última explicación posible de la confusión entre la función de lo mental y su naturaleza básica en la que incurría el funcionalismo.
4. La falacia de lo inconciente aconciente
Otro error típico del funcionalismo puede conceptualizarse en términos de la falacia de lo “inconciente aconciente”. La distinción entre ambos términos radica en la diferencia entre lo que podría denominarse lo inconciente psicológico y lo “inconciente” donde resulta no pertinente la atribución de conciencia. Afirmar que alguien actuó motivado por un pensamiento inconciente tiene un significado claramente diferente al que adcribiríamos, por ejemplo, a la idea de que un termostato es un sistema inconciente o que una heladera se rige por un mecanismo inconciente. Está claro que en el primer estamos refieriendo a un acontecimiento de carácter mental (aún cuando resulte una cuestión abierta qué significado preciso corresponde darle), mientras que lo segundo resulta un modo metafórico de refirirse a un sistema físico o a uno de sus mecanismo. Por tal razón algunos autores han preferido distinguir entre el término inconciente, aplicable a cierto tipo de fenómeno psiológico, y el término “aconciente” reservado para indicar que un objeto o sistema carece de conciencia o no posee una naturaleza mental.
Ahora bien, a mi juicio el funcionalismo parece confundir ambos significados cuando sostiene la siguiente argumentación: “Puesto que existe una serie de fenómenos mentales que no son concientes pero cuya existencia resulta necesario postular (ya sea por necesidad teórica y/o pruebas empíricas) a modo de determinantes causales y para hacer inteligible ciertos aspectos de la experiencia conciente; de ello se sigue que el nivel de la conciencia no es relevante, ya que lo verdaderamente relevante es el nivel de lo inconciente”. Una vez desembarazado de la necesidad de conceptualizar a la conciencia como atributo necesario de lo mental, el funcionalismo parece sentirse libre de avanzar un paso más para ahora sostener que “puesto que la conciencia no resulta relevante como definitoria de lo mental, podría haber sistemas mentales aún cuando no hubiera conciencia”. Idea que le permite concluir que “si lo verdaderamente relevante fuera la lógica relacional-funcional-informacional del sistema (leáse las computaciones que operan sobre las representaciones informacionales), entonces cualquier sistema que las implemente será un sistema mental, más alla de la sustancia de la que esté compuesto”
4. La falacia de lo inconciente aconciente
En el núcleo de los referidos argumentos, el funcionalismo no parece advertir que entre la postulación de un sistema de representaciones mentales inconcientes al “interior” de una mente conciente y el software de un ordenador, puede existir un abismo de diferencia. Vale concluir entonces que la homologación de ambos órdenes ya no se apoya en la analogía relacional “la mente es al cerebro como el software es al hardware”, sino en la postulación acrítica de una doble tesis que luego de negar relevancia a la mente conciente afirma que la mente inconciente deberá ser esencialmente computacional.
En síntesis: ¿Cúal es el aporte de las teorías informacionalistas y funcionalistas para la explicación y comprensión de lo mental?
Los anteriores señalamientos acerca de las dificultades estructurales del funcionalismo en tanto teoría genérica sobre lo mental, resultan independientes de la consideración de sus aciertos para explicar y entender cómo esta organizada la mente y cómo funciona.
En tales aspectos considero que la metáfora informacional-funcional en que se apoya el funcionalismo resulta una heurística eficaz para entender cuestiones básicas tales como:
La arquitectura de lo mental, es decir la organización estructural de la mente en términos de subsistemas componentes y sus relaciones.
El funcionamiento de lo mental, es decir el modo y la lógica en que “la maquinaria mental” permite captar información del mundo, traduciéndola en estados mentales; y el modo en que ciertos estados mentales son transformados en otros siguiendo cierto tipo de procesos y regulaciones, para así permitir al organismo conducirse adaptativamente en el mundo.
Considero que los principios, el lenguaje y las estrategias metodológicas propios de las teorías de la información y la computación resultan sin duda de importancia crucial para el abordaje fructífero de los referidos niveles. Sin embargo, descreo que resulte necesario, y ni siquiera conveniente, pagar por ese uso el precio de desnaturalizar la que esencialmente parece ser lo mental.
En síntesis, el funcionalismo es una estrategia útil para responder a las preguntas acerca la organización y funcionamiento de lo mental, pero a la vez contundente en sus pretensiones de definir su naturaleza básica.
Algunas Ideas Preliminares
En el contexto del abordaje de lo mental, la idea misma de reduccionismo implica partir de una especie de dualismo apariencial. En efecto, para que la operación de reducir lo mental a una naturaleza diferente tenga significado, resulta necesario que, en primera instancia, hubiera una diferencia entre lo que se ha de reducir y aquello a lo que será reducido.
En tal sentido, en ocasiones, la expresión ‘reduccionismo’ conlleva una carga valorativa negativa, en la medida en que parece connotar una especie de degradación o desnaturalización de lo intrínsecamente mental. No obstante, debería tenerse en cuenta que si alguna de las denominadas tesis reduccionistas fuera verdadera, más que reduccionismo convendría ser caracterizada como simple y auténtico realismo.
En contraposición, la idea del reduccionismo a veces suele aparecer como un fin valioso en si mismo, en la medida en que pareciera responder a un virtual ideal científico enfocado a dar cuenta de la vasta diversidad de lo real a través de una reducida serie de principios explicativos (teoría del campo unificado, teoría del todo, etc.)
EL PROBLEMA DEL REDUCCIONISMO
Al relacionar los planos ontológicos y gnoseológicos referidos a las concepciones monistas y dualistas, surge el siguiente espacio de posibilidades:
1. Reduccionismo realista: Existe un solo género de objetos o propiedades y nuestra concepciones teóricas resultan consistentes con dicha realidad. En tal sentido, la expresión ‘reduccionismo’ resultaría algo equívoca, puesto que se trataría mejor de un proceso de desmitificación de las apariencias derivado de un develamiento de lo real.
2. Reduccionismo erróneo: La realidad es dualista, en la medida en que además de existir objetos o propiedades físicos, existen también objetos o propiedades mentales. Suponer que existe un único género de cosas implicaría entonces incurrir en un auténtico reduccionismo.
3. Dualismo erróneo: Existe un solo género de objetos o propiedades. En la medida en que supongamos que existe un segundo género de cosas o propiedades se estaría incurriendo en el error de atribuir “fantasma a la máquina (Ryle); en el “mito del teatro cartesiano” (Ryle, Dennet) o en la violación del principio de parsimonia de las explicaciones científicas, al multiplicar entidades de modo innecesario (Occam).
4. Dualismo realista: La realidad es dualista, en la medida en que además de existir objetos o propiedades físicos, existen también objetos o propiedades mentales. Postular el dualismo no sería más que la resultante de adecuar nuestras categorías cognoscitivas a la realidad.
SI LA REALIDAD FUERA DUAL (O PLURAL) EL REDUCCIONISMO CONSTITUIRÍA UN AUTÉNTICO ERROR , AL RESULTAR UNA POSTURA FALAZ QUE REDUCE ESPURIAMENTE UNA REALIDAD A OTRA
SI LA REALIDAD FUERA MONISTA, ENTONCES EL REDUCCIONISMO MÁS QUE UN ERROR CONSTITUIRÍA UN ACIERTO, EN LA MEDIDA EN QUE SERIA LA RESULTANTE LÓGICA DE ADECUAR NUESTRO SISTEMA DE CATEGORÍAS A LA REALIDAD. CONSTITURIA UNA POSTURA SABIA QUE DEVELA CUAL ES LA ESENCIA QUE SE ESCONDE DETRÁS DE UNA APARIENCIA
EL PROBLEMA DEL REDUCCIONISMO
Diferentes tipos de reducción y sus ejemplo clásicos (según Searle, 1994)
Ejemplo:
El color rojo correspondiente a la sensación de “rojedad” de nuestra experiencia subjetiva, corresponde en realidad a una carga de longitud de onda de 625 nanómetro. Por lo tanto, según la tesis reduccionista, el color rojo no es más que las emisiones fotónicas de 625 nm., razón por la cual puede definirse científicamente de ese modo, sin residuo de significado.
Existe una lógica implícita en el proceso de reducción, que puede describirse así:
1. Al inicio, el fenómeno que luego habrá de ser reducido es simplemente un objeto o aspecto real.
2. Ante el intento de intentar develar su esencia y/o determinar sus causas subyacentes, el objeto aún sigue considerado real, mientas que sus eventuales causas subyacentes apenas son una mera hipótesis de trabajo.
3. Finalmente, ante el éxito en el hallazgo de sus potencias causales, éstas pasan a constituir la realidad del fenómeno, mientras que su naturaleza anterior pasa a ser considerada una mera apariencia epifenómenica.
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El Lic. Federico González es Licenciado en Psicología, y Director de Intelligent Learning, que tiene como propósito básico ofrecer conocimientos de alta calidad y capacitación de alta performance en todos los niveles educativos y profesionales y empresariales del mundo de habla hispana. Intelligent Learning brinda estas soluciones educativas de manera sencilla, integral, unificada y con el respaldo de standards internacionales para la administración de sistemas de aprendizaje.”.
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